Xi Jinping bajo presión: guerra comercial con EE.UU. podría golpear la economía china

Xi Jinping intensifica respuesta a Trump pese a temores de una guerra comercial que agrave el malestar económico en China.

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El presidente Xi Jinping atraviesa uno de los momentos más críticos de su liderazgo desde la pandemia de covid-19, al enfrentarse directamente al endurecimiento arancelario del presidente Donald Trump. En medio de una economía china que muestra signos persistentes de fragilidad, Xi ha optado por intensificar su postura frente a Estados Unidos, elevando los aranceles sobre productos estadounidenses hasta un 125%, pese a la creciente preocupación interna de que una guerra comercial prolongada pueda empeorar el ya complejo panorama económico del país asiático.

La tensión se ha convertido en una prueba de fuerza entre dos líderes con estilos contrastantes. Por un lado, Trump ha lanzado una ofensiva comercial basada en aranceles para transformar las reglas del comercio global, aunque con algunos titubeos, como la reciente suspensión de aranceles para países distintos a China. Por el otro, Xi se ha mantenido firme, reforzando su imagen de líder inquebrantable que prioriza el proyecto nacionalista del rejuvenecimiento chino, aun cuando el costo económico sea elevado.

Durante una reunión con el presidente español Pedro Sánchez, Xi emitió declaraciones que, sin aludir directamente a Trump, reflejan su rechazo frontal a la política arancelaria estadounidense. Subrayó que China ha prosperado gracias a la autosuficiencia y que no teme a la presión externa, reafirmando su narrativa de resistencia nacional ante la injerencia extranjera. En paralelo, su gobierno ha movilizado recursos estatales para contener la volatilidad de los mercados financieros nacionales, afectados por las tensiones con Washington.

Analistas como Joseph Torigian apuntan que Xi ha preparado durante años al país para este tipo de confrontaciones. Con un aparato político altamente centralizado, sin elecciones que limiten su mandato, y tras eliminar los límites presidenciales en 2018, Xi tiene margen para adoptar posturas a largo plazo que escapan a los calendarios políticos occidentales. Esto, sumado a su control férreo sobre los medios y la sociedad civil, le permite proyectar una imagen de fortaleza frente a sus ciudadanos.

Sin embargo, el costo de esta guerra comercial podría ser elevado para la economía china. El aumento de aranceles estadounidenses al 145% amenaza con impactar los más de 400 mil millones de dólares anuales en exportaciones a EE.UU., provocando cierres de fábricas, como ya ocurre en el sector textil cerca de Cantón, y exacerbando problemas estructurales como el desempleo y la crisis del sector inmobiliario.

A pesar de su poder, Xi no es inmune al descontento popular. La experiencia reciente de la pandemia, cuando las duras restricciones sanitarias generaron protestas inéditas y desilusión entre la clase media, dejó claro que el respaldo social puede deteriorarse si el costo económico se vuelve insostenible. Expertos como Jessica Teets señalan que la guerra comercial podría incluso beneficiar políticamente a Xi al ofrecerle una excusa externa para justificar la desaceleración económica, reforzando la narrativa oficial de que China es víctima de una hostilidad injustificada por parte de Occidente.

En ese sentido, la maquinaria propagandística del Partido Comunista ha sido activada para preparar a la población para una contienda prolongada. Desde editoriales en el Diario del Pueblo hasta publicaciones combativas en redes sociales por parte de funcionarios del gobierno, se está cultivando un espíritu de resistencia nacional, evocando episodios históricos como la guerra de Corea.

Pese a todo, algunos analistas creen que Xi estaría dispuesto a explorar una salida al conflicto si Trump ofrece condiciones que respeten la dignidad del liderazgo chino. Si bien la retórica oficial es desafiante, las autoridades chinas han reiterado que no buscan una guerra comercial y que solo están dispuestas a negociar si se las trata como un igual. En este contexto, el tono más conciliador adoptado por Trump en días recientes, al recordar su relación personal con Xi, abre una pequeña ventana para la distensión.

Por ahora, la lucha de voluntades continúa, y la estabilidad económica de China —y del mundo— pende de un hilo en medio de esta guerra comercial que pone a prueba no solo las estrategias de dos líderes, sino también la resiliencia de sus respectivas naciones.

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