Trump frena ataque israelí a Irán y prioriza negociaciones nucleares

Donald Trump rechazó apoyar un ataque de Israel a Irán para priorizar un acuerdo nuclear, pese a meses de planes militares conjuntos que requerían el respaldo de EE.UU.

Trump

En medio de tensiones crecientes en Medio Oriente, el expresidente Donald Trump tomó una decisión clave al rechazar apoyar un ataque militar israelí contra instalaciones nucleares iraníes. Aunque Israel tenía planes concretos para lanzar una ofensiva en mayo, que requería apoyo logístico y estratégico de Estados Unidos, la administración Trump optó por buscar un nuevo acuerdo diplomático con Teherán.

La decisión se produjo tras meses de deliberaciones internas en la Casa Blanca, que pusieron en evidencia divisiones entre altos funcionarios. Mientras algunos respaldaban una acción militar para frenar las ambiciones nucleares de Irán, otros advirtieron sobre el riesgo de una guerra regional de gran escala. La posición que terminó imponiéndose fue la de dar prioridad a la diplomacia, aprovechando el debilitamiento militar y económico de Irán.

Israel había diseñado un plan complejo que combinaba bombardeos y operaciones de comando en instalaciones subterráneas, en el cual la participación estadounidense era vista como esencial para garantizar el éxito y para proteger a Israel de las posibles represalias iraníes. Aunque en un principio algunos sectores del gobierno de Trump se mostraron abiertos a la posibilidad, finalmente el propio presidente informó a Netanyahu que no respaldaría el ataque, al menos mientras existiera la posibilidad de un acuerdo.

La conversación clave ocurrió durante la visita del primer ministro israelí a la Casa Blanca, donde Trump anunció públicamente el inicio de negociaciones con Irán. No obstante, dejó claro que una opción militar seguía sobre la mesa si el diálogo fracasaba. Incluso después del rechazo inicial, se barajaron alternativas como operaciones encubiertas o un endurecimiento de sanciones, discusiones que encabezó el director de la CIA en una visita posterior a Jerusalén.

En paralelo, Estados Unidos ya había comenzado a desplegar recursos militares en la región, como parte de su ofensiva contra los hutíes en Yemen, pero también como respaldo ante un posible conflicto mayor. Este despliegue incluyó bombarderos B-2, sistemas THAAD, baterías Patriot y portaviones en el mar Rojo y el mar Arábigo. A pesar de su utilidad en varios frentes, las dudas dentro del gabinete sobre un ataque directo a Irán se mantuvieron, especialmente por el temor a una escalada sin precedentes.

El gobierno israelí, liderado por Netanyahu, ha insistido en que no permitirá que Irán obtenga armas nucleares, y ha recurrido en el pasado a operaciones de sabotaje y asesinatos selectivos para ralentizar el programa nuclear iraní. Sin embargo, funcionarios estadounidenses han advertido que sin la participación directa de EE.UU., Israel no podría causar un daño significativo a las instalaciones nucleares de Irán, muchas de las cuales están profundamente protegidas.

Irán, por su parte, ha enviado señales mixtas. Si bien rechazó inicialmente una oferta de diálogo directo, recientemente envió una carta abriendo la puerta a conversaciones indirectas. No obstante, también ha advertido que responderá con contundencia a cualquier ataque, señalando que su respuesta ante una violación de su soberanía sería devastadora.

Mientras tanto, las tensiones se mantienen. Aunque Trump ha dado espacio a la diplomacia, el margen de negociación es estrecho. El presidente ha dejado claro que Irán no debe adquirir un arma nuclear y que está dispuesto a actuar si las conversaciones no prosperan. La comunidad internacional observa con atención el desarrollo de esta compleja trama geopolítica, donde cada decisión puede tener consecuencias de largo alcance.

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