La muerte de Francisco activa el proceso del Cónclave; cardenales votarán en la Capilla Sixtina hasta elegir a su sucesor con mayoría calificada.

Tras la muerte de Jorge Mario Bergoglio, conocido como el Papa Francisco, ha comenzado oficialmente el proceso para elegir al próximo líder de la Iglesia Católica. Conforme a los protocolos establecidos por el Vaticano, el Cónclave deberá reunirse entre los 15 y 20 días posteriores al fallecimiento del pontífice, en una ceremonia cargada de simbolismo, secrecía y siglos de tradición.
El proceso será presidido por el decano del Colegio Cardenalicio y se llevará a cabo en la Capilla Sixtina, ubicada dentro de la Ciudad del Vaticano. Solo 138 cardenales menores de 80 años tienen derecho a voto, y todos ellos serán alojados en la Casa Santa Marta durante el tiempo que dure el Cónclave, completamente aislados del mundo exterior, sin acceso a medios de comunicación ni contacto con personas ajenas al proceso.
La elección se realiza mediante votaciones secretas. El primer día se lleva a cabo una sola votación y en los días posteriores se celebran hasta cuatro votaciones diarias: dos por la mañana y dos por la tarde. Para que un candidato sea elegido Papa, debe obtener una mayoría calificada de dos terceras partes del total de votos emitidos. Tras cada ronda de votación, las papeletas son quemadas y su humo revela al mundo si hubo elección o no: humo negro indica que no hay consenso; humo blanco señala que hay un nuevo Papa.
El proceso puede extenderse hasta por trece días. En caso de no haber un acuerdo al final de este periodo, se realiza una pausa para la reflexión. Luego, se vota entre los dos candidatos más votados, quienes no pueden emitir su propio sufragio en esta etapa final.
En cuanto a los posibles sucesores, destacan nombres como el del cardenal Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano; Luis Antonio Tagle, cardenal filipino; Péter Erdő, cardenal de Hungría, y Peter Turkson, de Ghana. No obstante, en la historia reciente han surgido sorpresas, por lo que aún no hay certeza sobre quién tomará el timón de la Iglesia Católica.