El estrógeno como aliado cerebral: nuevos hallazgos en neurología

Las hormonas sexuales como el estrógeno, clave en la salud cerebral, abren nuevas posibilidades para tratar afecciones neurológicas como el alzhéimer y la esclerosis múltiple.

estrógeno

Durante décadas, el estrógeno fue etiquetado como una hormona meramente sexual, esencial en la función reproductiva femenina. Sin embargo, la ciencia actual está revelando que esta hormona posee un impacto mucho más profundo y versátil, en especial sobre el cerebro. Esta revalorización está conduciendo a un cambio radical en la forma en que se entienden y tratan las enfermedades neurológicas.

El estrógeno es conocido por favorecer la salud ósea, cutánea, metabólica y circulatoria. Pero uno de sus papeles menos reconocidos, y quizás más significativos, es su influencia en el sistema nervioso central. Estudios recientes indican que no solo participa en el desarrollo y mantenimiento del cerebro desde el útero hasta la vejez, sino que también podría tener efectos terapéuticos ante enfermedades como la esclerosis múltiple y el alzhéimer. La comunidad científica empieza a considerar seriamente al estrógeno como una hormona cerebral, capaz de modular funciones neuronales, reducir la inflamación, mejorar el flujo sanguíneo cerebral y facilitar la plasticidad neuronal.

Esta visión moderna surge tras años de exclusión de las hembras en estudios científicos, debido a la variabilidad introducida por sus ciclos hormonales. Sin embargo, investigaciones como las de Rhonda Voskuhl, quien evidenció los efectos neuroprotectores del estriol durante el embarazo en pacientes con esclerosis múltiple, están demostrando el potencial clínico del estrógeno. Su terapia experimental PearlPAK, basada en estriol, busca replicar esos beneficios en mujeres menopáusicas, más allá del tratamiento tradicional de síntomas.

Por su parte, científicos como Lisa Mosconi y Roberta Brinton han descubierto que el cerebro, además de ser un órgano influido por hormonas, también produce su propio estrógeno. Este hallazgo ha llevado al desarrollo de tecnologías que permiten visualizar los receptores de estrógeno en cerebros vivos, y ha revelado patrones complejos tras la menopausia, como el aumento de receptores hormonales que, paradójicamente, se asocian con peores rendimientos cognitivos.

El interés por los efectos del estrógeno también ha resurgido tras los resultados confusos del Women’s Health Initiative Memory Study, que en su momento desincentivó el uso de terapias hormonales. Estudios más recientes apuntan a que el momento en que se inicia la terapia es crucial para su efectividad, especialmente en mujeres que acaban de atravesar la menopausia. Estas investigaciones sugieren que existe una ventana crítica durante la cual los tratamientos hormonales pueden prevenir o ralentizar la progresión del deterioro cognitivo.

Además, comprender las fluctuaciones hormonales permite a neurólogos como Hyman Schipper y Jelena Pavlovic ofrecer tratamientos más precisos. Por ejemplo, ajustar las dosis de antiepilépticos o administrar tratamientos preventivos para migrañas menstruales puede marcar una diferencia significativa en la calidad de vida de las pacientes.

La integración del conocimiento hormonal en la neurología no solo puede enriquecer el tratamiento, sino también evitar efectos secundarios indeseados e incluso embarazos no planificados debido a interacciones entre medicamentos. El reto ahora es que endocrinólogos, neurólogos y ginecólogos trabajen de forma conjunta, compartiendo hallazgos y diseñando terapias más efectivas y personalizadas.

Con la creciente comprensión del papel del estrógeno en el cerebro, se abre la posibilidad de transformar el enfoque clínico sobre trastornos neurológicos. Lo que antes se entendía solo como una hormona sexual, ahora se revela como una pieza central en la salud cerebral. El diálogo interdisciplinario podría ser la clave para descubrir nuevas soluciones terapéuticas que beneficien tanto a mujeres como a hombres en todas las etapas de la vida.

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