«Las familias tienen que comer»: Un miembro del Cártel de Sinaloa habla sobre el tráfico de fentanilo

Un miembro del Cártel de Sinaloa explica cómo la violencia y la creciente presión militar afectan su negocio ilícito, mientras las víctimas sufren la espiral de violencia y muerte en Sinaloa.

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En una sombría habitación de una casa en Culiacán, un miembro del Cártel de Sinaloa revela detalles sobre la producción de fentanilo en México, un opioide sintético que ha marcado una grave crisis de salud pública en Estados Unidos. Con un rifle de asalto a su lado, este hombre, cuya identidad se mantiene oculta por razones de seguridad, explica que, a pesar de la creciente persecución militar y policial, los cárteles de la droga han logrado adaptarse, manteniendo operaciones móviles para evitar ser detectados. La producción de fentanilo, aunque más restringida que en el pasado, sigue siendo rentable para aquellos que sobreviven a la guerra contra las drogas en el país.

El Cártel de Sinaloa, conocido por su capacidad de corrupción y violencia, ha sido blanco de intensas campañas tanto por parte del gobierno mexicano como por las fuerzas de Estados Unidos. El gobierno de EE.UU. ha designado a esta organización como un grupo terrorista, señalando su papel en el tráfico de fentanilo que ha alimentado una crisis de sobredosis en el país. A pesar de las estrategias de represión, las autoridades mexicanas han logrado incautar grandes cantidades de drogas y arrestar a miles de sospechosos. Sin embargo, la persistencia de estos grupos delictivos y su capacidad para operar en zonas rurales y aisladas dificulta la erradicación completa del problema.

La presidenta Claudia Sheinbaum, tras asumir el cargo, adoptó un enfoque más contundente contra el narcotráfico, desplegando a la Guardia Nacional en el norte del país y aumentando la cooperación entre agencias. Sin embargo, la corrupción sigue siendo un problema constante, y muchos funcionarios han caído bajo la influencia de los cárteles. En los últimos meses, la violencia en Sinaloa ha aumentado, especialmente en Culiacán, donde las facciones del cártel de Sinaloa luchan entre sí en una guerra abierta, dejando a cientos de víctimas inocentes en su camino.

La situación en Culiacán es desoladora, con una creciente falta de respeto por los códigos tradicionales del cártel, lo que ha llevado a una mayor vulnerabilidad para las mujeres y los niños. Las familias como la de Vivian Karely Aispuro, asesinada tras haber sido secuestrada, reflejan el dolor y la impotencia que sienten muchos residentes, atrapados entre la violencia de los cárteles y la respuesta insuficiente del gobierno. La narrativa de Alma Aispuro, hermana de Vivian, resalta el miedo profundo que impregna la vida diaria en la región.

A pesar de los esfuerzos militares y la presión internacional, los cárteles siguen operando con eficacia, mientras la demanda de drogas en Estados Unidos sostiene el lucrativo negocio de las drogas en México. Sin una solución integral que aborde tanto la oferta como la demanda, el futuro de Sinaloa y de muchas familias que sufren las consecuencias de esta violencia parece sombrío.

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