Con un presupuesto accesible, viajeros descubren en la Ciudad de México una rica inmersión culinaria, aprendiendo cocina desde mole hasta tacos al pastor con chefs locales.

En lugar de gastar miles de dólares en un programa intensivo en el extranjero, una visitante optó por diseñar su propia experiencia culinaria de tres días en la vibrante Ciudad de México, inmersa en sabores, técnicas y cultura local. Junto a su esposo, exploró diversas clases ofrecidas por cocineros profesionales y anfitriones apasionados, aprendiendo desde la complejidad del mole hasta la tradición de los tacos al pastor, todo en un ambiente auténtico y profundamente enriquecedor.
Su aventura comenzó en Casa Jacaranda, una escuela de cocina ubicada en la colonia Juárez. Allí, el chef Emilio Pérez guiaba con energía a los alumnos, entre batidoras, tortillas quemadas y reflexiones sobre la domesticación del maíz. El grupo preparó un menú que incluía tamales verdes, mole con pollo, tortillas de maíz azul y diversas salsas, todo desde cero. Antes de cocinar, recorrieron el mercado Juárez para conocer los ingredientes locales y entender la historia agrícola del país. El chef Emilio explicó cómo el mole, con sus más de 27 ingredientes, es más que una receta: es una expresión de amor.
La segunda experiencia tuvo lugar en San Ángel, donde el chef Raja Elissa y su esposa Pilar Moreno enseñaron a los participantes a preparar tacos al pastor en una clase íntima organizada a través de la plataforma Experiencias Airbnb. Desde elegir los ingredientes en el mercado hasta montar mini trompos con carne de cerdo adobada y discos de piña, los asistentes descubrieron los secretos detrás de uno de los platillos más representativos del país. Además, aprendieron técnicas culinarias útiles, como cómo tratar tomates sin dañarlos o cómo usar molcajetes para preparar guacamole tradicional.
La tercera clase se realizó a través de Traveling Spoon, una plataforma que conecta a viajeros con cocineros locales. En esta ocasión, Alex Ortiz, un profesor de primaria apasionado por la cocina, ofreció una experiencia más casera y cálida desde su apartamento en el centro. Junto con los participantes, recorrió el mercado de San Juan —que calificó como «el Walmart original»— y luego elaboraron un menú diverso que incluía pozole, chalupas, chicharrón de queso, guacamole, salsa y pastel de elote. Ortiz describió la cocina como una forma de unir personas, más allá de las recetas.
A lo largo de estas clases, la visitante no solo aprendió técnicas y recetas mexicanas, sino que también se sumergió en el contexto cultural que les da sentido. La experiencia no fue solo gastronómica, sino profundamente humana: cada clase se convirtió en una pequeña celebración de la cocina como vínculo, memoria y arte.
Con un costo promedio mucho más accesible que en otros destinos culinarios internacionales, la Ciudad de México ofrece a los viajeros no solo sabores únicos, sino también una oportunidad inigualable de conectar con su gente a través de una de las cocinas más emblemáticas del mundo.