En las primeras elecciones judiciales en México, los candidatos usan TikTok, Tinder y disfraces para hacer campaña sin financiamiento público ni propaganda tradicional.

Por primera vez en la historia del país, México elegirá a jueces y magistrados mediante un proceso electoral abierto, lo que ha transformado completamente la manera en que estos aspirantes deben promocionar sus candidaturas. A diferencia de los procesos tradicionales para cargos legislativos o presidenciales, esta contienda judicial impone restricciones estrictas: los candidatos no pueden recibir financiamiento público ni privado, ni comprar espacios en medios tradicionales o digitales. Ante estas limitaciones, muchos se han volcado hacia las redes sociales, optando por campañas caseras y a menudo llamativas para captar la atención del electorado.
Esta nueva realidad ha dado lugar a estrategias inusuales, como la del abogado Carlos Odriozola Mariscal, aspirante a un puesto en la Suprema Corte, quien decidió utilizar aplicaciones de citas como Tinder y Bumble. Según explicó, su intención era conectar con votantes de distintas edades y contextos, y aunque su presencia en estas plataformas fue breve, generó gran notoriedad. Odriozola insistió en que su objetivo era serio y que combinaba estas tácticas llamativas con propuestas concretas sobre justicia.
Otro ejemplo es Dora Alicia Martínez Valero, también candidata a la Suprema Corte, quien se presentó como “Dora, la transformadora” en un video viral que parodiaba a la conocida caricatura infantil Dora, la exploradora. Aunque inicialmente el video atrajo una gran audiencia, ella misma confesó sentirse incómoda con el resultado, señalando que no quería trivializar el proceso ni sacrificar el contenido por la viralidad. Pese a su arrepentimiento, reconoció que ninguna de sus propuestas serias había generado el mismo impacto.
También están los casos del profesor Arístides Rodrigo Guerrero García, quien utilizó el humor al compararse con un chicharrón para hablar de su preparación, o el de Asael Francisco Sánchez, autoproclamado “Señor Justicia”, quien apareció en redes con capa de superhéroe. Arturo Amaro, candidato en Querétaro, usó sus calcetines amarillos como recurso visual para que los votantes lo identifiquen en la boleta, mientras que Alan Barragán Rubio, en Sonora, compuso una canción sobre sí mismo. Incluso Abraham Dávila Rodríguez optó por bailar una canción de Kendrick Lamar para acompañar su eslogan.
Este inédito ejercicio democrático también ha generado dudas entre expertos y participantes. Analistas legales como Javier Martín Reyes han advertido sobre el riesgo de banalización del proceso, señalando que lo que atrae en redes sociales no siempre refleja las cualidades que se requieren en un juez: imparcialidad, seriedad y confianza. Asimismo, se ha planteado la preocupación de que aquellos con experiencia política o mayores recursos personales tengan ventaja en una contienda que exige autofinanciamiento.
A pesar de los videos virales, muchos candidatos siguen recurriendo a formas tradicionales de contacto directo, como repartir volantes o caminar por las calles, lo cual sí está permitido. Sin embargo, para muchos como Odriozola Mariscal, internet sigue siendo la herramienta más accesible y eficaz para llegar a públicos lejanos, aunque admite que las condiciones de competencia no son iguales para todos.
Estas elecciones, que definirán más de 2,700 cargos judiciales a nivel federal y local, representan un experimento inédito que podría transformar el vínculo entre justicia, ciudadanía y redes sociales en México. A medida que se acerca el día de la votación, queda por ver si la creatividad digital se traducirá en votos, o si los votantes priorizarán la seriedad frente a la popularidad.