La bandera mexicana ondea con fuerza en protestas migratorias de Los Ángeles

Trump considera insurrectos a quienes ondean la bandera mexicana, pero para muchos, es un emblema de orgullo y solidaridad migrante.

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La bandera mexicana se ha convertido en un símbolo de identidad, orgullo y protesta en medio de las recientes manifestaciones en Los Ángeles contra las políticas migratorias del gobierno de Donald Trump. Para muchas personas de ascendencia mexicana nacidas en Estados Unidos, portar este lábaro no es una declaración de rechazo al país en el que nacieron, sino una expresión de su herencia y solidaridad con las comunidades migrantes que hoy enfrentan redadas y amenazas de deportación.

Elizabeth Torres, una ciudadana estadounidense de 36 años, sostenía con firmeza una bandera de México frente a un centro de detención migratoria. Para ella, su nacionalidad no está en contradicción con su origen familiar. “Soy una estadounidense muy orgullosa”, expresó, “pero también tengo que mostrar mi apoyo a nuestros hermanos y hermanas mexicanos”.

Este tipo de expresiones ha causado molestia en la Casa Blanca. Stephen Miller, asesor clave del presidente, acusó a los manifestantes de “obstruir a las fuerzas del orden” y los retrató como ciudadanos extranjeros que promueven disturbios bajo banderas ajenas. Sin embargo, para académicos y activistas como Chris Zepeda-Millán, profesor de Estudios chicanos en UCLA, esas declaraciones omiten una realidad esencial: muchos de quienes enarbolan la bandera mexicana son ciudadanos estadounidenses que entienden que las políticas migratorias también están marcadas por un trasfondo racial.

Este fenómeno no es nuevo, pero cobra especial fuerza en un momento en el que comunidades migrantes se sienten atacadas por las acciones del gobierno federal. Durante las protestas, también se han visto banderas de otros países latinoamericanos, como Guatemala o El Salvador, y en algunos casos, fusiones visuales con la bandera de Estados Unidos. Para muchos, estas combinaciones representan la dualidad de su identidad y su deseo de pertenencia sin tener que renunciar a sus raíces.

Eric Torres, otro manifestante sin relación con Elizabeth, también ondeaba una bandera mexicana frente a oficiales del sheriff en Paramount, una ciudad del condado de Los Ángeles. “Mis padres son inmigrantes. La mayoría de la gente de aquí tiene padres inmigrantes. Estoy aquí para apoyar a mi gente”, dijo. Su vestimenta chicana reflejaba el arraigo cultural de quienes, como él, crecieron en barrios con una fuerte herencia mexicana.

Aunque en el pasado algunas organizaciones aconsejaron evitar el uso de banderas extranjeras por temor a avivar el sentimiento antiinmigrante, ese enfoque ha perdido vigencia frente a la necesidad de resistir con orgullo. Según Alfonso Gonzales Toribio, profesor de Estudios étnicos en UC Riverside, el momento actual exige visibilidad y valentía. “Los inmigrantes se sienten atacados”, dijo. “La bandera les da un sentimiento de orgullo, y no creo que podamos ni debamos disuadirlos de mostrarla”.

Estas protestas evidencian cómo los símbolos pueden tener significados muy distintos según quién los observe. Para unos, son banderas de insurgencia. Para otros, son la expresión más clara de una identidad profundamente entrelazada con la historia de Estados Unidos.

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