Detenciones de turistas en EE. UU. han generado preocupación internacional, con visitantes retenidos y deportados sin explicaciones claras. Conocer las reglas migratorias, visados y derechos es clave para evitar complicaciones.

En las últimas semanas, se han reportado múltiples casos de turistas internacionales que han sido retenidos, interrogados e incluso deportados al intentar ingresar a Estados Unidos. Estos incidentes han despertado inquietud en la comunidad viajera, pues en muchos casos las personas afectadas contaban con la documentación requerida, pero fueron consideradas inadmisibles en los puntos de control fronterizo.
Uno de los casos más recientes involucra a una ciudadana británica de 28 años, quien fue retenida por tres semanas en un centro de detención para migrantes en el estado de Washington. Su problema surgió cuando intentó ingresar desde Canadá y los oficiales migratorios cuestionaron si su visado era el adecuado. De manera similar, dos ciudadanos alemanes fueron arrestados y deportados tras intentar cruzar desde México. Ambos relataron haber permanecido varias semanas en un centro de detención en San Diego sin recibir explicaciones detalladas sobre los motivos de su expulsión.
La entrada a Estados Unidos requiere el cumplimiento de estrictas normativas migratorias. Toda persona que no sea ciudadana estadounidense debe contar con un pasaporte válido, cuya vigencia sea de al menos seis meses. Además, dependiendo del país de origen, los viajeros deben solicitar un visado o una autorización electrónica de viaje (ESTA). Este último es obligatorio para ciudadanos de naciones con exención de visado y debe gestionarse antes de viajar. Sin embargo, portar un visado o un ESTA aprobado no garantiza la admisión al país, ya que la decisión final la toman los oficiales en el punto de entrada.
Estados Unidos clasifica los visados de visitante en tres categorías principales: el B-1, para viajes de negocios; el B-2, para turismo; y el B-1/B-2, que combina ambos propósitos. Aunque estos documentos pueden ser válidos por varios años, los turistas solo pueden permanecer en el país por un máximo de seis meses. Es importante tener en cuenta que los titulares de estos visados no pueden estudiar, trabajar, realizar actividades remuneradas o fijar residencia permanente.
El programa de exención de visado permite a ciudadanos de 43 países ingresar a EE. UU. por un máximo de 90 días sin necesidad de una visa formal. Sin embargo, hay restricciones, como la prohibición de utilizar el ESTA si el viajero ha visitado ciertos países en fechas específicas, como Cuba después del 12 de enero de 2021. En estos casos, los turistas deben solicitar un visado regular.
En los aeropuertos y puntos de entrada, los oficiales de migración tienen amplias facultades para interrogar a los viajeros e inspeccionar su equipaje y dispositivos electrónicos, sin necesidad de que haya sospecha de delito. Las preguntas suelen centrarse en el motivo del viaje, el tiempo de estancia y los planes de alojamiento. Si el oficial lo considera necesario, el viajero puede ser sometido a una segunda inspección más exhaustiva.
Si un turista es considerado inadmisible, tiene la opción de retirar voluntariamente su solicitud de entrada y regresar a su país. Sin embargo, en algunos casos, las autoridades pueden ordenar su detención y posterior deportación. Dado que estos procedimientos ocurren técnicamente antes de que la persona haya ingresado oficialmente a EE. UU., los afectados no cuentan con los derechos constitucionales que amparan a quienes ya se encuentran dentro del territorio. Además, los detenidos no tienen derecho automático a un abogado y pueden permanecer retenidos por semanas mientras se procesa su expulsión. Si se emite una orden de deportación, la persona queda vetada para volver a ingresar al país durante cinco años.
Ante el incremento de estos casos, es fundamental que los viajeros conozcan las regulaciones migratorias, preparen su documentación de manera adecuada y respondan con claridad durante los controles de ingreso. Estar informado puede marcar la diferencia entre una entrada sin inconvenientes y una experiencia problemática en la frontera.