El presidente Donald Trump ha defendido públicamente a su asesor de seguridad nacional, pero en privado ha pedido consejo sobre si debería despedirlo.

Durante toda la semana, Donald Trump ha estado inmerso en la polémica en torno a su asesor de seguridad nacional, Michael Waltz. La filtración de un chat grupal de Signal, donde Waltz compartió detalles sobre un ataque militar en Yemen y accidentalmente incluyó a un periodista, ha desatado una crisis dentro de la Casa Blanca.
Mientras que en público Trump ha minimizado el asunto y arremetido contra los medios, en privado ha consultado a sus colaboradores y aliados sobre el destino de Waltz. El presidente ha expresado su molestia con la cobertura mediática, pero también ha mostrado renuencia a despedir a altos funcionarios en la etapa inicial de su segundo mandato.
Más allá del error de Waltz al compartir información confidencial en una aplicación comercial, lo que realmente preocupa a Trump es la posible conexión de su asesor con Jeffrey Goldberg, el periodista de The Atlantic que expuso la filtración. La simple presencia de Goldberg en la lista de contactos de Waltz ha generado sospechas dentro del círculo presidencial.
El miércoles por la noche, Trump se reunió con su vicepresidente JD Vance, la jefa de gabinete Susie Wiles y otros funcionarios clave para discutir el futuro de Waltz. El jueves, el presidente convocó a su asesor al Despacho Oval, y el viernes transmitió señales de que estaba inclinado a mantenerlo en el cargo.
La permanencia de Waltz también se debe en parte al respaldo de algunos sectores dentro del gobierno y al deseo de Trump de evitar la imagen de una administración caótica, como ocurrió en su primer mandato. Sin embargo, Waltz sigue siendo una figura divisiva, especialmente entre quienes consideran que su postura sobre Irán es demasiado agresiva.
El episodio ha servido como recordatorio de la estrategia de crisis de Trump: desafiar las críticas y negar cualquier problema interno. Sin embargo, la filtración ha evidenciado las tensiones en su equipo de seguridad nacional, así como las dificultades de aplicar pruebas de lealtad absolutas en Washington.
Mientras tanto, el secretario de Defensa, Pete Hegseth, otro implicado en la filtración, parece haber salido ileso del escándalo. A diferencia de Waltz, Hegseth cuenta con el respaldo del movimiento MAGA y de aliados clave de Trump, lo que le ha permitido sortear las consecuencias del incidente sin mayores complicaciones.
A pesar del revuelo, Trump ha dejado claro que no permitirá que la presión pública dicte sus decisiones. Al ser cuestionado sobre la situación, su vicepresidente Vance reiteró el apoyo del gobierno a todo el equipo de seguridad nacional, dando señales de que, al menos por ahora, Waltz seguirá en su puesto.