El arresto de Alex Ronaldo por fraude en el streaming destapa un problema sistémico en la música sertaneja brasileña, dominada por prácticas ilegales que inflan cifras y distorsionan el mercado.

El reciente arresto del artista Alex Ronaldo, conocido por su trayectoria en la música sertaneja, ha sacudido a la industria musical brasileña al revelar un esquema masivo de fraude en el streaming. Acusado de haber creado una “granja de streams” en su apartamento frente al mar, Ronaldo diseñó un sofisticado sistema de reproducción artificial de música a través de identidades falsas, portadas generadas con inteligencia artificial y maquetas robadas a compositores emergentes. Esta operación ilegal, que funcionó sin ser detectada durante más de tres años, logró más de 28 millones de reproducciones en Spotify y generó ingresos ilícitos por al menos 300.000 reales, según estimaciones preliminares de la fiscalía.
El caso, considerado el primero en su tipo en Brasil, fue desmantelado gracias a la colaboración entre la Asociación de Música Grabada Pro-Música Brasil y el organismo antipiratería APDIF, como parte de la Operación Fuera de Tono. Las autoridades lograron desentrañar el complejo entramado que involucraba 21 computadoras corriendo software especializado para simular hasta 2,000 navegadores al mismo tiempo, todo con el fin de inflar cifras de reproducción. Aunque Torres de Souza, nombre real de Ronaldo, actuó solo, los fiscales creen que su caso representa apenas la “punta del iceberg” en una industria donde este tipo de fraude parece haberse normalizado.
La práctica de pagar por reproducciones falsas ha ganado terreno especialmente en el género sertanejo, que domina las listas de popularidad en Brasil. Ejecutivos musicales reconocen abiertamente que existe un mercado clandestino en el que los artistas, managers y hasta sellos discográficos compran posiciones privilegiadas en Spotify. Las cifras son alarmantes: brokers de streams ofrecen un millón de reproducciones por 50,000 reales, más del doble de lo que Spotify paga por esa misma cantidad de escuchas. Esta dinámica, según expertos del sector, perjudica a artistas de otros géneros como el funk, la música electrónica o la MPB, que luchan por competir en un mercado inflado y desleal.
La fiscalía del estado de Goiás, que recientemente estableció una unidad de ciberdelincuencia, critica la limitada cooperación de Spotify en la investigación. A pesar de que la plataforma insiste en que ha colaborado plenamente y cuenta con mecanismos para detectar reproducciones falsas, las autoridades alegan que no recibieron información clave por parte de la empresa. Esto evidencia una desconexión entre las plataformas tecnológicas y el sistema judicial brasileño que obstaculiza la lucha contra el fraude.
Aun así, Brasil ha avanzado más que otros países al llevar el tema al ámbito penal. En años anteriores, los esfuerzos se habían centrado en cerrar sitios web ilegales, pero esta operación representa un cambio importante en el enfoque. No obstante, el impacto del fraude va más allá de lo económico: amenaza la credibilidad del mercado y perjudica a artistas emergentes que no cuentan con los recursos para competir de manera desigual.
Desde el punto de vista de los líderes de la industria, como el presidente de la Unión Brasileña de Compositores, Marcelo Castello Branco, el mayor riesgo de esta práctica es la pérdida de confianza por parte del público. “Llegará un momento en que incluso el consumidor no creerá en estos números”, advierte. El caso de Alex Ronaldo expone, en definitiva, la urgente necesidad de mayor regulación, transparencia y cooperación en la industria del streaming, especialmente en mercados en expansión como el brasileño.