El tsunami de las exportaciones chinas sacude la economía global

Las exportaciones chinas, impulsadas por una poderosa inversión industrial, desatan un ‘tsunami’ que pone en jaque a fábricas y empleos en EE. UU. y otros países.

China está desplegando un agresivo modelo de crecimiento basado en la producción industrial y las exportaciones, cuyo impacto ya comienza a sentirse a nivel global. Este fenómeno, que muchos analistas han calificado como un “tsunami”, amenaza con el cierre de fábricas y la pérdida de empleos tanto en Estados Unidos como en diversas partes del mundo. El avance chino no es reciente, pero ha cobrado una fuerza renovada gracias a una reorientación estratégica del financiamiento estatal: los bancos chinos, bajo control del gobierno, han destinado en los últimos cuatro años casi 2 billones de dólares en préstamos industriales, desplazando su enfoque anterior en el sector inmobiliario.

Mientras el crecimiento de la construcción residencial se estanca, las ciudades chinas están siendo testigos de una transformación fabril a gran escala. Nuevas plantas de producción brotan a las afueras de los centros urbanos, y las fábricas existentes incorporan tecnología avanzada como robots y automatización. Este dinamismo ha permitido a gigantes como BYD construir instalaciones capaces de duplicar la capacidad de producción de emblemáticas fábricas occidentales como la de Volkswagen en Alemania. En paralelo, compañías como Huawei expanden de forma masiva sus centros de investigación, invirtiendo en instalaciones que superan en escala a las de líderes tecnológicos estadounidenses.

Este desarrollo industrial se traduce en un notable aumento de las exportaciones. Solo en el último año, las ventas chinas al exterior crecieron un 17,3%, tras haber subido 13,3% en 2023. China ha llegado a concentrar el 32% de toda la manufactura global, un salto significativo desde el 6% que ostentaba en el año 2000. Hoy, produce más que la suma de potencias tradicionales como Estados Unidos, Alemania, Japón, Corea del Sur y Reino Unido.

Frente a esta embestida, muchos gobiernos han reaccionado con cautela o determinación. En Estados Unidos, el expresidente Donald Trump ha adoptado la medida más drástica hasta la fecha al imponer aranceles elevados, que han afectado incluso a la bolsa asiática. Otros países, como miembros de la Unión Europea, Tailandia o Brasil, han comenzado a elevar sus propias barreras comerciales. El caso de los automóviles eléctricos es emblemático: las ventas chinas en mercados como México o Australia se han disparado, mientras que en Estados Unidos prácticamente no existen debido a aranceles que pueden superar el 180%.

No obstante, la respuesta china no ha sido moderada. Desde Pekín se denuncia una manipulación del comercio internacional por parte de EE. UU., a quien acusan de usar los aranceles para mantener su hegemonía económica. Internamente, el gobierno chino ha optado por no incentivar el consumo masivo, a pesar de los llamados de expertos como el profesor Li Daokui, quien propuso aumentar significativamente las pensiones mínimas para estimular la economía doméstica. En su lugar, el Estado ha apostado por inversiones en infraestructura portuaria y tecnológica orientadas a sostener el crecimiento exportador.

El impulso exportador de China compensa, en parte, el desplome de su sector inmobiliario, que dejó a muchas familias sin ahorros. Ante el bajo consumo interno, el país se enfoca en mantener la producción mediante subsidios e inversión pública, generando millones de empleos vinculados a la manufactura. Sin embargo, esto ha creado tensiones crecientes con socios comerciales y ha puesto en entredicho el equilibrio del comercio global, especialmente en sectores como el automotriz y el petroquímico, donde China ha superado a los mayores productores históricos.

La magnitud de este cambio es tal que economistas y funcionarios alrededor del mundo están reevaluando sus políticas industriales. El debate sobre si deben proteger sus sectores nacionales se vuelve cada vez más urgente ante la avalancha de productos chinos. Lo que está claro es que el “tsunami” industrial de China no solo ha llegado, sino que aún no muestra señales de detenerse.

614  Chihuahua sin Filtros

X