En Estados Unidos, ciudadanos armados y entrenados se organizan ante el temor al colapso social, impulsando un movimiento creciente que normaliza la “ciudadanía preparada”.

En un contexto global marcado por pandemias, guerras y desastres naturales, crece en Estados Unidos un movimiento de personas que se están alistando para enfrentar posibles crisis que podrían colapsar la sociedad. No se trata de soldados ni milicianos tradicionales, sino de ciudadanos comunes —como pilotos, enfermeros, ejecutivos y madres de familia— que se entrenan en tácticas militares, primeros auxilios y supervivencia, guiados por una necesidad de autosuficiencia y protección en un país cada vez más polarizado y desconfiado.
Ejemplo de ello es un grupo reunido en el centro de Florida bajo la instrucción de Christopher Eric Roscher, veterano de la Fuerza Aérea, quien dirige entrenamientos tácticos para civiles a través de su empresa Barrel & Hatchet Trade Group. Inspirado por la invasión rusa a Ucrania, Roscher vio la necesidad de capacitar a la ciudadanía ante situaciones extremas, ya sea el colapso del gobierno, una invasión extranjera o desastres naturales. Durante las clases, los asistentes practican tácticas con rifles AR-15, visión nocturna y entrenamientos físicos diseñados para simular situaciones reales de combate.
Lejos de ser una moda pasajera, este movimiento ha crecido hasta formar una nueva cultura que va más allá del “preparacionismo” tradicional —centrado en almacenar alimentos o criar animales—, y se enfoca en una preparación activa y comunitaria. Empresas emergentes como Open Source Defense han detectado esta tendencia y están invirtiendo en tecnologías y plataformas para apoyar a esta nueva generación de ciudadanos preparados, normalizando su existencia y convirtiéndolos en parte de la corriente principal.
Además del entrenamiento armado, los ciudadanos preparados están ampliando sus capacidades hacia áreas como agricultura de subsistencia, comunicaciones por radio y medicina táctica. Figuras como Ben Spangler, exmilitar convertido en creador de contenido, popularizan estas habilidades a través de redes sociales, donde comparten conocimientos sobre patrullaje, emboscadas y navegación con miles de seguidores. Estos contenidos fomentan comunidades donde personas con poca experiencia militar pueden integrarse y aprender en un ambiente cooperativo.
La conexión entre estos grupos no solo se basa en el miedo al caos, sino en la creación de redes solidarias. Protect Peace, un colectivo con base en Florida Central fundado por Danielle Campbell, surgió luego de una tragedia personal. En vez de prepararse para el apocalipsis, su enfoque es sanar comunidades afectadas por la violencia armada, proporcionando capacitación médica, distribución de naloxona y eventos comunitarios de tiro. Su objetivo es tejer comunidad, formar vínculos entre ciudadanos armados y responsables, y crear resiliencia colectiva ante posibles escenarios de crisis.
Lo que une a estos ciudadanos no es necesariamente una ideología política radical, sino la necesidad de recuperar el control sobre un entorno incierto. El entrenamiento no solo brinda habilidades tácticas, sino también confianza y propósito. Ya sea en los bosques de Carolina del Norte o en campos de tiro en Florida, las personas están encontrando en la ciudadanía preparada una vía para enfrentar lo desconocido con mayor preparación, convicción y, sobre todo, sentido de comunidad.