Así invade el sarampión a los niños no vacunados

El sarampión, uno de los virus más contagiosos, puede causar daños graves en pulmones, cerebro y riñones, sobre todo en niños no vacunados.

sarampión

En un entorno donde la vacunación se debilita, el sarampión vuelve a representar una amenaza real. Su capacidad para permanecer suspendido en el aire hasta dos horas después de que una persona infectada se haya marchado convierte a cualquier espacio cerrado en un potencial foco de infección. Nueve de cada diez personas no vacunadas que entren en contacto con el virus lo contraerán, según los expertos, lo que pone en riesgo inmediato a los menores no inmunizados. Actualmente, Estados Unidos enfrenta un repunte preocupante con más de 790 casos confirmados y al menos dos muertes.

El proceso infeccioso comienza cuando un niño no vacunado inhala gotículas del virus que flotan en el ambiente. Este penetra a través de la nariz, la boca o incluso los ojos. En menos de 24 horas, se aloja en la nasofaringe —parte superior de la garganta— y desde ahí comienza a invadir los pulmones. Luego, el virus utiliza las células del sistema inmunitario como medio de transporte y multiplicación, fabricando copias de sí mismo que se diseminan por todo el cuerpo, en especial hacia los tejidos linfáticos y otros órganos vitales.

Durante la primera semana, el niño no presenta síntomas, pero el virus ya está activo. A medida que se propaga, invade también los ojos y otros tejidos, momento en el cual aparecen los primeros signos: fiebre, tos, congestión nasal, ojos rojos y manchas blanquecinas en la boca. Luego emerge la erupción típica: manchas rojas que inician en la cara y se extienden por el cuerpo. Aunque los síntomas parecen manejables, pueden esconder complicaciones mortales.

Uno de cada veinte niños con sarampión desarrolla neumonía, que es la principal causa de muerte en estos casos. Los hospitales en Texas, como el Covenant Children’s Hospital, han atendido numerosos niños con niveles peligrosamente bajos de oxígeno, deshidratación severa y fiebre extrema. La situación se complica cuando el virus llega al cerebro. Uno de cada mil casos desemboca en encefalitis, una inflamación cerebral que puede generar daños neurológicos permanentes, convulsiones y hasta la muerte.

Incluso después de superar la fase aguda, el peligro persiste. El sarampión borra la memoria inmunitaria del organismo, haciendo que el niño pierda la protección adquirida contra otras enfermedades. En algunos casos, hasta una década después de la infección, puede surgir la panencefalitis esclerosante subaguda, un trastorno degenerativo que destruye las capacidades cognitivas y motoras del niño hasta causar su fallecimiento.

Historias como la de Emmalee, una niña adoptada en la India que años después desarrolló esta forma tardía de encefalitis, ponen rostro humano al devastador impacto del sarampión. Su madre notó que algo no iba bien cuando la pequeña comenzó a tropezar y mostrar dificultad para sostener la cabeza. Los médicos confirmaron que no había cura. Emmalee falleció cinco meses después del diagnóstico.

Este virus, tan antiguo como letal, sigue cobrando vidas innecesariamente en un momento en que existe una vacuna segura y efectiva. Cada caso de sarampión en un niño no vacunado es un recordatorio del precio que puede tener el rechazo o la falta de acceso a la inmunización.

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