La FDA aprobó el lenacapavir, una inyección bianual eficaz contra el VIH, pero recortes impulsados por Trump limitan su acceso en países pobres y vulnerables.

La lucha contra el VIH/SIDA recibió un importante avance con la aprobación por parte de la FDA de un nuevo medicamento preventivo: el lenacapavir, una inyección que solo necesita aplicarse dos veces al año y que demostró ofrecer protección casi total contra la infección. Sin embargo, este hito científico ocurre en un contexto político adverso, donde recortes impulsados por el gobierno de Donald Trump amenazan con limitar severamente el acceso a esta innovación, especialmente en los países de bajos ingresos.
El lenacapavir, que será comercializado como Yeztugo por Gilead Sciences, representa una de las opciones más prometedoras en los 44 años de epidemia del VIH, según expertos como Mitchell Warren, director de AVAC. Esta nueva fórmula de profilaxis preexposición (PrEP) superó las expectativas en ensayos clínicos y ofrece una alternativa eficaz a quienes no pueden o no desean tomar píldoras diarias.
No obstante, los entusiastas avances científicos contrastan con los retrocesos en políticas públicas. Recortes significativos al Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA (PEPFAR) y al Fondo Mundial, así como la interrupción de fondos destinados a la prevención por parte del gobierno de Trump, han creado un entorno de incertidumbre que pone en riesgo la adopción de este fármaco en regiones de alta necesidad. A pesar de una oferta de Gilead para proporcionar gratuitamente dos millones de dosis en países de bajos ingresos, millones de personas en países de renta media —como Brasil— quedarían fuera de este beneficio inicial.
El costo del tratamiento también es motivo de preocupación. Con un precio de catálogo de más de 28 mil dólares anuales por paciente, y sin compromisos claros de cobertura universal por parte de aseguradoras, se teme que la historia de acceso restringido a terapias preventivas como el Apretude se repita. La barrera económica y administrativa limitaría el uso del lenacapavir incluso dentro de Estados Unidos, especialmente entre las poblaciones más vulnerables.
Los defensores de la salud pública denuncian que, pese a contar con un arma poderosa para frenar nuevas infecciones —que en EE. UU. fueron más de 39,000 en 2023—, la falta de voluntad política y los recortes presupuestales podrían dejar al nuevo medicamento sin el impacto que podría tener globalmente. Programas suspendidos, fondos retenidos y subsidios recortados afectan tanto la investigación como la implementación de estrategias preventivas, perpetuando una epidemia que podría estar en vías de ser contenida.
En este contexto, voces como la de Linda-Gail Bekker, investigadora del ensayo clínico, advierten que estamos desperdiciando una oportunidad histórica de frenar la epidemia. Mientras tanto, organizaciones como PrEP4All temen que las aseguradoras, los altos precios y la falta de financiamiento sigan siendo obstáculos insalvables para millones.
La esperanza está puesta en una eventual expansión de los acuerdos de producción de genéricos y una mayor presión internacional para reactivar los programas de prevención. Pero, por ahora, la brecha entre el avance científico y la voluntad política sigue siendo el mayor desafío para erradicar el VIH.