El conflicto comercial entre China y EE. UU. pone en jaque la economía global

La relación comercial entre EE. UU. y China se desmorona ante una escalada de aranceles que amenaza con desatar una recesión global.

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La tensión comercial entre Estados Unidos y China ha escalado a niveles sin precedentes, llevando a ambas superpotencias a una posible ruptura económica que podría reconfigurar el comercio global. En cuestión de días, los aranceles impuestos por ambas partes han superado los conflictos de años anteriores, como los registrados durante el primer mandato de Donald Trump, y han alcanzado cifras históricas que afectan un amplio espectro de mercancías.

Donald Trump elevó los aranceles sobre productos chinos a una tasa mínima del 145 %, en respuesta a un aumento del 50 % por parte de Pekín. China, por su parte, ha fijado gravámenes del 84 % a las importaciones estadounidenses y ha reiterado su postura de “luchar hasta el final”. Esta confrontación, más agresiva que nunca, refleja el cambio de paradigma liderado por Xi Jinping, quien busca situar a China como el nuevo eje del orden económico mundial.

Orville Schell, director del Centro de Relaciones EE. UU.–China de la Asia Society de Nueva York, advierte que el deterioro actual es “una ruptura monumental y desastrosa”, que deshace décadas de cooperación económica que beneficiaron a ambos países. Mientras Estados Unidos logró contener la inflación gracias a los productos chinos, China transformó su economía, sacando a millones de personas de la pobreza con las inversiones y compras estadounidenses.

La rivalidad actual, sin embargo, es distinta. Estados Unidos teme una excesiva dependencia de China en sectores estratégicos, como tecnología y manufactura avanzada. Al mismo tiempo, China ve en las acciones de Washington un intento de frenar su crecimiento y limitar su influencia global. El desacoplamiento comercial ya no es una posibilidad lejana, sino una realidad en marcha.

Este deterioro amenaza con desencadenar una recesión en Estados Unidos, con efectos directos sobre la inflación, el empleo y el crecimiento. Analistas advierten que la economía estadounidense podría desacelerarse drásticamente en el segundo trimestre, en medio de una ola de aranceles que afecta desde teléfonos celulares hasta computadoras, consolas de videojuegos y juguetes, cuya mayoría proviene de China.

China, por su lado, enfrenta su propia crisis interna. Con un mercado inmobiliario colapsado, gobiernos locales endeudados y una generación joven sin oportunidades claras, la imposición de nuevos aranceles complica aún más la recuperación. Goldman Sachs redujo su proyección de crecimiento para el país del 4.5 % al 4 %, cifra baja para los estándares chinos.

El conflicto afecta también a las pequeñas y medianas empresas. John K. Thomas, empresario estadounidense con décadas en el negocio de termómetros electrónicos para ganado, ha visto cómo su clientela en China desaparece por completo tras la imposición de aranceles del 84 % sobre sus productos. Esta situación, antes impensable, ahora amenaza la supervivencia de compañías que durante años dependieron del flujo comercial entre ambos países.

El deterioro de la relación entre las dos economías más grandes del mundo no sólo tendrá consecuencias locales, sino que arrastrará a sus socios comerciales. A medida que otros países se ven obligados a tomar partido, el orden económico global se encuentra en un punto de inflexión. Las acciones de Trump, que incluyen también aranceles generalizados a otros países, añaden presión a un sistema internacional ya frágil.

Lo que comenzó como una guerra arancelaria podría transformarse en una reconfiguración duradera del comercio mundial, donde empresas, gobiernos y ciudadanos enfrentarán los costos de una ruptura sin precedentes entre Estados Unidos y China.

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