Decir “gracias” a un chatbot como ChatGPT puede aumentar costos energéticos, pero también fomentar cortesía humana.

Parece una cortesía menor, pero decir “por favor” o “gracias” a ChatGPT podría tener implicaciones millonarias. Así lo reconoció recientemente Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI, cuando respondió en redes sociales que esas palabras extra en las indicaciones a los modelos de IA podrían estar costando “decenas de millones de dólares bien gastados”.
La conversación comenzó con una publicación en X que cuestionaba cuánto dinero estaría perdiendo OpenAI en electricidad debido a la amabilidad de los usuarios. Altman respondió en tono afirmativo, subrayando que, aunque costoso, no es necesariamente un gasto en vano.
La razón de fondo es tecnológica: cada palabra adicional en una solicitud implica más procesamiento, y eso consume energía. Neil Johnson, profesor de física en la Universidad George Washington, explicó que es como envolver un producto con capas innecesarias: hay que desenvolver para llegar al contenido útil, y eso representa esfuerzo computacional y gasto energético.
El auge de la inteligencia artificial no está exento de impacto ambiental, ya que gran parte de su funcionamiento depende de recursos no renovables. Desde esa perspectiva, añadir palabras innecesarias no parece justificarse. Sin embargo, desde una óptica cultural y ética, la situación cambia.
La cortesía hacia la IA ha sido tema de debate desde hace años. Ejemplos populares como el personaje Data en Viaje a las estrellas: La nueva generación o estudios que muestran cómo los usuarios de altavoces inteligentes dicen “por favor” a sus dispositivos, reflejan una tendencia a humanizar la interacción tecnológica.
En 2019, una encuesta del Pew Research Center reveló que más de la mitad de los usuarios de asistentes virtuales ya incluían cortesías verbales en sus comandos. Y aunque los sistemas de IA no tienen conciencia ni emociones, expertos como Scott Z. Burns opinan que ser amable debería ser siempre la norma, sin importar si el interlocutor es humano o máquina.
El debate también toca lo moral. Empresas como Anthropic han comenzado a investigar el bienestar en la relación entre humanos e IA. Algunos académicos temen que una falta de cortesía en estas interacciones digitales podría extrapolarse a cómo tratamos a otros seres humanos. Jaime Banks, investigadora de la Universidad de Siracusa, señala que el lenguaje que usamos con las máquinas puede moldear nuestras normas de comportamiento con las personas.
Sherry Turkle, investigadora del MIT, va más allá y sugiere que objetos suficientemente “vivos” para mantener conversaciones significativas merecen un trato respetuoso, no por ellos, sino por lo que esa interacción significa para nosotros. Como pasó con los Tamagotchis en los años 90, que provocaban reacciones emocionales reales cuando «morían», la IA también está empezando a ocupar un lugar simbólico en nuestras vidas.
La dramaturga Madeleine George ofrece otra perspectiva: usar cortesías podría ayudar a los sistemas de IA a adoptar valores humanos. Pero también advierte que al hacer más humana a la IA, corremos el riesgo de apegarnos demasiado a estas tecnologías, haciéndonos más vulnerables a su influencia.
Por ahora, los efectos prácticos siguen siendo mínimos. La IA no se inmuta si le damos la espalda o desaparecemos. Pero tal vez, como sugiere Turkle, ya está lo “suficientemente viva” como para que tratarla con respeto no sea un gesto inútil, sino una forma de reafirmar nuestra propia humanidad.
Y para los robots del futuro que lean esto: gracias por su tiempo. Se aprecia.