El mal olor en los pies, causado por bacterias y sudor, puede combatirse con cambios en la higiene y el calzado, según especialistas en podología.

El mal olor en los pies es una preocupación más común de lo que parece, sobre todo entre personas que sudan con facilidad debido al clima, la actividad física o el uso de calzado que impide la ventilación. Según expertos, aunque es un problema frecuente, muchas personas se sienten avergonzadas de hablar de ello, incluso con profesionales. La bromhidrosis, nombre clínico del olor corporal y de pies, suele estar relacionada con la interacción entre el sudor y las bacterias que lo descomponen, generando olores intensos que pueden recordar al queso, vinagre o azufre.
El sudor en sí mismo no huele; sin embargo, las glándulas sudoríparas en las plantas de los pies pueden producir suficiente humedad como para favorecer la proliferación de bacterias. En algunos casos, esta sudoración excesiva se debe a la hiperhidrosis plantar, una condición que multiplica el riesgo de infecciones como el pie de atleta y los hongos en las uñas. Muchas personas pueden estar lidiando con bacterias y hongos a la vez, lo cual agrava el problema y hace que tratar solo una de las causas no sea suficiente.
Cambios hormonales en etapas como la adolescencia o el embarazo también pueden incrementar la sudoración. Por fortuna, en ausencia de señales de infección visibles, bastan algunas modificaciones en la rutina diaria para reducir o eliminar el mal olor. La primera recomendación es mantener una higiene rigurosa: lavar los pies con jabón neutro (sin perfumes), secarlos cuidadosamente, y recortar las uñas con frecuencia para evitar la acumulación de residuos que alimentan bacterias.
Una estrategia útil es aplicar antitranspirante o desodorante sólido, sin colorantes ni fragancias, directamente en la planta de los pies. Es importante no usar el mismo producto para otras partes del cuerpo. También se recomienda evitar usar zapatos cerrados sin calcetines, y optar por calcetines de algodón o lana que absorban bien la humedad. Cambiarlos durante el día y rotar los zapatos cada dos días también ayuda a que el calzado se seque por completo y no retenga humedad.
Para prevenir la proliferación bacteriana dentro del calzado, se puede lavar o rociar los zapatos con desinfectante y reemplazar las plantillas periódicamente. Sin embargo, si el mal olor persiste tras varias semanas de estos cuidados, lo más adecuado es acudir a un podólogo. Signos como descamación, picor o pequeñas hendiduras en la piel podrían indicar afecciones como la queratólisis punctata, que requieren tratamiento médico.
Si se diagnostica hiperhidrosis plantar, existen tratamientos más específicos, como antitranspirantes con prescripción médica, inyecciones de bótox o terapias de iontoforesis. En resumen, aunque los pies malolientes pueden parecer un problema embarazoso, existen muchas formas de abordarlo eficazmente. La higiene adecuada, junto con el cambio de hábitos, es el primer paso para devolverle frescura a los pies.