La clave de la felicidad, según investigadores como Sonja Lyubomirsky, podría estar en las interacciones cotidianas con los demás, incluso con desconocidos.

La felicidad no tiene una fórmula definitiva, pero la ciencia ha hecho avances importantes para entender qué la provoca y cómo se puede cultivar. Durante décadas, investigadores han indagado en los factores que influyen en el bienestar emocional, y aunque no hay una receta mágica, sí existen patrones reveladores. Uno de ellos, según la psicóloga Sonja Lyubomirsky, es más simple de lo que parece: conversar con otros, incluso si no los conocemos.
Lyubomirsky, científica de Harvard con raíces rusas, se ha dedicado a estudiar la felicidad motivada en parte por su experiencia personal al observar a su madre, una migrante que parecía vivir frustrada pese a haber logrado establecerse en Estados Unidos. A través de su trabajo, ha confirmado que las relaciones estrechas —como el matrimonio y los lazos familiares— contribuyen significativamente al bienestar. Sin embargo, lo que más le sorprendió fue descubrir el impacto de los contactos breves y aparentemente triviales con otras personas.
Según explica en una entrevista reciente para un reportaje de Susan Dominus, incluso los intercambios más simples con desconocidos pueden mejorar el estado de ánimo. Esos pequeños momentos de conexión —una charla casual en la fila del supermercado, una conversación más profunda con un colega— tienen el potencial de generar un impulso emocional notable. Lo importante es superar la vacilación natural que muchas personas sienten ante este tipo de interacciones.
“Si alguien me preguntara qué es lo único que podrías hacer mañana para ser más feliz, mi respuesta sería: mantener una conversación con alguien, o una conversación más profunda de lo habitual”, afirma Lyubomirsky. Esta recomendación, aunque sencilla, contrasta con la tendencia contemporánea a la desconexión, en parte alimentada por el aislamiento digital y la prisa cotidiana.
El hallazgo cobra especial relevancia en un momento en el que muchas sociedades enfrentan epidemias de soledad y ansiedad. A medida que se multiplican los estudios en torno a la salud mental, la idea de que la felicidad se encuentra en las pequeñas cosas —y en los pequeños encuentros— se vuelve más poderosa y accesible. La ciencia, aunque aún lejos de descifrar por completo el misterio de la felicidad, sugiere que no hay que buscar tan lejos: basta con atreverse a mirar a quien tenemos al lado y empezar una conversación.