Las minijubilaciones se consolidan como una alternativa creciente entre jóvenes estadounidenses que, tras la pandemia, priorizan el bienestar sobre la carrera profesional.

Cada vez más jóvenes en Estados Unidos están optando por las llamadas “minijubilaciones”: pausas prolongadas en sus trayectorias laborales para dedicar tiempo a viajar, reconectarse con intereses personales o, simplemente, descansar de la rutina. Esta tendencia, que se ha intensificado tras la pandemia de coronavirus, refleja un cambio profundo en la percepción del trabajo y el bienestar personal.
Marina Kausar, de Houston, es un ejemplo claro de este fenómeno. Después de años trabajando en los sectores financiero y tecnológico, decidió tomarse tres meses de descanso sin un nuevo empleo en puerta. Durante ese tiempo, recuperó hábitos saludables y sintió, por primera vez en su vida adulta, la libertad de vivir sin la constante presión laboral. A su experiencia la llamó “microjubilación”, una manera de resignificar el paréntesis profesional como una oportunidad de renovación.
Esta búsqueda de equilibrio no se limita a casos aislados. Expertos como Kira Schabram, de la Universidad de Washington, aseguran que la microjubilación es una elección creciente entre quienes cuentan con cierta estabilidad económica. A diferencia del tradicional año sabático, que suele ser ofrecido por empresas como un beneficio temporal, estas pausas son organizadas por cuenta propia y con un objetivo claro: vivir más allá del trabajo.
El fenómeno no es nuevo, pero ha ganado fuerza entre las generaciones jóvenes que se muestran menos comprometidas con permanecer en un solo empleo durante años. En 2015, Sandra De La Cruz, de origen peruano y residente en Connecticut, decidió usar sus ahorros no para comprar una casa, como sugerían sus padres, sino para recorrer Sudamérica. Cuatro meses de libertad le bastaron para sentirse plena, reconectada consigo misma y libre de la carga mental que implica tener un empleo fijo.
Isabel Falls también se sumó a esta tendencia. Tras dejar su empleo como investigadora de diseño, decidió aprovechar su buena salud y sus ahorros para pasar un año viajando como mochilera. Actualmente trabaja de manera autónoma desde México y, aunque gana menos que antes, considera que priorizar su felicidad le ha permitido reorientar su vida con mayor claridad.
Para muchos de estos jóvenes, las minijubilaciones son un escape de la rigidez del sistema laboral estadounidense, en el que el trabajo suele estar por encima de otras dimensiones de la vida. Según Christopher Myers, profesor de la Universidad Johns Hopkins, estas pausas pueden verse como una respuesta a esa cultura dominante que deja poco espacio para el descanso genuino.
Las investigaciones de Schabram respaldan esa idea: quienes se han tomado una microjubilación reportan haber ganado confianza, claridad sobre sus metas y un mayor control sobre los límites laborales. Incluso algunas organizaciones sin fines de lucro y empresas públicas están considerando implementar programas similares como estrategia de atracción de talento.
Kausar, por ejemplo, invirtió parte de sus ahorros en un viaje a Pakistán para visitar a su familia, emprendió un negocio secundario como instructora de yoga y reorganizó su vida personal. Eventualmente, encontró un empleo mejor remunerado que el anterior y, más importante aún, con menos carga emocional. Para ella, tomarse ese tiempo no fue un lujo, sino una necesidad vital para rediseñar su presente.
Aunque no todos pueden permitirse una pausa así, las historias de estos jóvenes revelan una transformación cultural: la de vivir el presente con plenitud, aún si eso implica desviarse de la ruta profesional tradicional. Al final, como muchos afirman, el bienestar también debería ser parte del trabajo.