El gobierno de Nicolás Maduro se atribuyó el triunfo en elecciones regionales con baja participación, boicoteadas por la oposición y sin observación independiente, mientras crece la desconfianza ciudadana.

El gobierno de Venezuela, encabezado por Nicolás Maduro, anunció una contundente victoria en las recientes elecciones regionales y legislativas celebradas el domingo, pese a que muchos centros de votación permanecieron vacíos y sin afluencia significativa de votantes. El Consejo Nacional Electoral (CNE), dominado por funcionarios afines al régimen, informó que la participación superó el 40 %, aunque no presentó evidencia clara ni publicó los resultados en internet como en procesos anteriores. La oposición denunció el evento como un simulacro destinado a legitimar un poder ya consolidado por Maduro.
Estas elecciones se desarrollaron en un ambiente de apatía generalizada y sin la presencia de observadores independientes. De acuerdo con los críticos, las votaciones fueron una estrategia cuidadosamente orquestada para despojar a la oposición de los pocos espacios de poder que aún mantenía, como la gobernación de Zulia, el estado más poblado y con grandes recursos petroleros. Según el propio CNE, la alianza oficialista habría ganado 22 de las 23 gobernaciones, dejando únicamente a Cojedes bajo control opositor.
El politólogo Benigno Alarcón, de la Universidad Católica Andrés Bello, aseguró que el proceso careció de los estándares mínimos para considerarse democrático. Esto ocurre menos de un año después de unas controvertidas elecciones presidenciales donde Maduro se declaró vencedor a pesar de que el recuento, avalado por el Centro Carter, favorecía a su rival, Edmundo González, revelando una posible falsificación.
La oposición se presentó fragmentada ante el proceso. María Corina Machado, principal figura opositora, llamó al boicot electoral, afirmando que se debía exigir el reconocimiento del resultado presidencial de julio de 2024. Por otro lado, figuras como Henrique Capriles promovieron la participación, argumentando que, aunque el fraude era previsible, el ejercicio del voto podía movilizar a los sectores contrarios al chavismo.
Sin embargo, las cifras revelan una fuerte abstención. En centros emblemáticos de Caracas y otras ciudades como Maracaibo, los votantes eran escasos. En el Liceo Andrés Bello, el más grande de la capital, solo habían votado 793 personas de más de 11.500 registradas al mediodía. En zonas chavistas como Petare y La Vega, y en bastiones opositores como Las Mercedes, el panorama era similar: desolación, silencio y una sensación generalizada de derrota ciudadana.
El estado Zulia, gobernado por Manuel Rosales, uno de los últimos bastiones opositores, también cayó en manos del oficialismo. Rosales, previamente visto como un político moderado, fue apoyado por ciudadanos que buscaban al menos conservar ese espacio. “Es como si todos se hubiesen rendido”, expresó un votante, reflejando el sentir de una población desgastada y escéptica.
María Corina Machado interpretó la baja afluencia como un triunfo simbólico, asegurando que la abstención fue un rechazo colectivo al gobierno de Maduro. Aun así, el oficialismo anunció que Capriles obtuvo un escaño en la Asamblea Nacional y que también se eligió un gobernador para la región del Esequibo, territorio en disputa con Guyana, como parte de una maniobra nacionalista impulsada por el régimen.
El chavismo lleva 25 años en el poder y ha celebrado 32 elecciones, muchas de las cuales han sido cuestionadas por su falta de transparencia. La represión tras la crisis electoral del año pasado ha sido brutal: cientos de personas, incluidos activistas, trabajadores electorales y periodistas, han sido encarcelados. Foro Penal estima que actualmente hay más de 900 presos políticos.
La división también llegó a las familias. En Zulia, un profesor universitario relató cómo acudió a votar sin su esposa, quien se abstuvo convencida de que el fraude era inevitable. “Le dije que votara, porque si tiene razón, capaz esta sea la última vez que podamos hacerlo”, explicó.
Mientras tanto, Caracas amaneció con tanques apostados en zonas populares, señal clara de un clima de represión latente. En las pantallas de la televisión estatal se repetía el mensaje #elpueblodecide2025, mientras Maduro afirmaba que Venezuela era el país con más elecciones “libres, soberanas y democráticas” del último siglo, un discurso que contrasta drásticamente con la realidad en las calles y la creciente desesperanza del pueblo venezolano.