Meta apuesta por la industria militar con Anduril para desarrollar tecnología XR, marcando un cambio estratégico en su inversión en realidad virtual y su relación con la defensa.

Meta, la compañía liderada por Mark Zuckerberg, ha dado un giro estratégico al anunciar una alianza con Anduril Industries, enfocada en el desarrollo de tecnología de realidad extendida (XR) para fines militares. Este movimiento representa una transformación significativa en la postura histórica de la empresa hacia los contratos de defensa, y abre un nuevo capítulo en la interacción entre las grandes tecnológicas de Silicon Valley y el aparato militar estadounidense. El proyecto conjunto, denominado Eagle Eyes, tiene como objetivo dotar a las fuerzas armadas de una percepción aumentada del entorno y un control más intuitivo de sistemas autónomos en combate.
La colaboración también ha traído consigo una reconciliación notable entre Zuckerberg y Palmer Luckey, fundador de Oculus y ahora CEO de Anduril, quienes no habían trabajado juntos desde que Luckey fue despedido de Facebook en 2016, en medio de controversias por su apoyo a un comité pro-Trump. Ocho años después, no solo han retomado el diálogo, sino que formalizan su alianza en un momento en que Meta busca monetizar su multimillonaria inversión en tecnologías VR/AR, que hasta ahora no ha generado los beneficios económicos esperados.
Luckey detalló en el podcast Core Memory que Eagle Eyes forma parte de una visión para convertir a los soldados en “tecnomágicos”, con equipamiento que combina sensores avanzados y capacidades de realidad aumentada. Esta estrategia también posiciona a Meta como un actor clave en la cadena de suministro tecnológico del Departamento de Defensa, aprovechando el precedente de contratos como el de Microsoft, que enfrenta retos técnicos en su intento de entregar cascos HoloLens efectivos a las fuerzas armadas.
La reconciliación entre Zuckerberg y Luckey ha sido acompañada de disculpas públicas por parte de Meta. Andrew Bosworth, directivo de la empresa, ofreció disculpas a Luckey por su salida de la compañía, mismas que fueron aceptadas. Zuckerberg también expresó su pesar, afirmando que le entristeció cómo terminó la relación laboral con el creador de Oculus. Esta apertura, alineada con el reciente compromiso de Meta hacia la “libre expresión”, plantea preguntas sobre si la empresa mantendrá esta política ante posturas conservadoras en sus altos mandos.
La razón detrás de este giro no es únicamente ideológica. Meta ha invertido cerca de 100 mil millones de dólares en el desarrollo de tecnologías para el metaverso, sin lograr aún un retorno comercial considerable. Esta alianza le permite redirigir parte de su innovación hacia usos prácticos en defensa, accediendo a un mercado tradicionalmente lucrativo que ha sido dominado por gigantes como Microsoft, Google y Amazon.
Históricamente, las grandes empresas tecnológicas han mantenido vínculos con el sector defensa, y su evolución natural hacia roles más activos en la industria militar se ha convertido en una constante. Lo que hace especial el caso de Meta es el cambio radical de enfoque, que hace una década habría parecido improbable. El ingreso a este rubro representa tanto una maduración empresarial como una aceptación tácita del rol que Silicon Valley juega en el aparato geoestratégico de Estados Unidos.
Sin embargo, esta transformación también despierta inquietudes. El hecho de que empresas profundamente integradas en la vida cotidiana de millones de personas comiencen a participar en proyectos militares plantea cuestionamientos sobre privacidad, transparencia y el impacto ético de esta convergencia entre tecnología de consumo y defensa. El análisis de Intelligencer advierte que estas compañías podrían enfrentar nuevos niveles de escrutinio público, al combinar funciones civiles como asistentes de voz o redes sociales con colaboraciones para agencias como la NSA o el ICE.
En este escenario, se plantea una pregunta clave: ¿están los usuarios preparados para ver a empresas como Meta no solo como plataformas sociales, sino como contratistas del complejo militar-industrial? En un contexto global cada vez más tenso, la respuesta definirá el futuro de la percepción pública sobre los gigantes tecnológicos y su papel en la seguridad nacional.