El diplomático y exagente de la CIA Brian Jeffrey Raymond abusó sexualmente de 27 mujeres —nueve en México— tras drogarlas con vino y quesos en citas concertadas por Tinder.

El caso de Brian Jeffrey Raymond ha sacudido a la opinión pública y expuesto una de las historias más escalofriantes en la diplomacia reciente. El exfuncionario de la Embajada de Estados Unidos en México, que también fue agente de la CIA, utilizó su estatus diplomático para encubrir durante años una serie de agresiones sexuales perpetradas contra al menos 27 mujeres, nueve de ellas en la capital mexicana. Esta semana, el Departamento de Justicia estadounidense liberó más de 190 páginas con testimonios y documentos que detallan el modus operandi del abusador, quien durante su estancia en México de 2018 a 2020 drogó a sus víctimas con vinos, carnes, quesos y chocolates para luego agredirlas en su departamento oficial ubicado en Polanco.
Raymond no era un impostor. Era, efectivamente, primer secretario de la embajada, con formación académica sobresaliente, dominio de varios idiomas y misiones cumplidas en 25 países. Usó aplicaciones como Tinder y Bumble para contactar a sus víctimas, proyectando una imagen pulcra, educada y aparentemente confiable. En cada encuentro, repetía la misma estrategia: ofrecer alimentos y bebidas cargadas con sustancias sedantes que hacían perder el conocimiento a las mujeres. Muchas despertaron desnudas, sin memoria, y tiempo después supieron —gracias a las investigaciones del FBI— que habían sido grabadas y fotografiadas sin consentimiento durante los abusos.
La impunidad inicial que protegía a Raymond gracias a su inmunidad diplomática impidió su detención inmediata, incluso cuando una de las víctimas logró pedir auxilio desde el balcón de la residencia. Sin embargo, el caso escaló hasta convertirse en una investigación internacional que permitió documentar los crímenes cometidos en México y en otros países. Algunas mujeres describieron cómo fueron localizadas por agentes del FBI años después, cuando se les mostró, en salas de conferencias, cafeterías o en sus propios hogares, las imágenes de sus cuerpos inconscientes. Muchas vomitaron del impacto. Todas compartieron un mismo sentimiento: vergüenza, culpa, miedo y una profunda impotencia.
Las víctimas coincidieron en que Brian Jeffrey Raymond no era un improvisado, sino un depredador sistemático que perfeccionó sus crímenes gracias al entrenamiento recibido como funcionario del gobierno estadounidense. Testimonios reunidos por MILENIO revelan que el diplomático incluso utilizó hoteles para cometer las agresiones, además de la residencia oficial que el gobierno de Estados Unidos le había asignado.
Las agresiones comenzaron desde septiembre de 2018. Una de las primeras víctimas recuerda haber sido invitada al departamento del agresor tras coincidir en Bumble. Le ofreció galletas, carne y alcohol, tras lo cual perdió el conocimiento. Otra joven, contactada el 8 de febrero de 2019, recordó haber sentido náuseas tras consumir vino y quesos, desvanecerse y luego despertar con lagunas mentales. Todas relataron un patrón idéntico: una primera cita que parecía segura por tratarse de un diplomático y, luego, un ataque devastador y confuso, del cual muchas solo se enteraron completamente tiempo después.
A pesar de no tener antecedentes penales ni siquiera por infracciones menores, la revelación de su historial criminal desmontó por completo su imagen profesional. Durante más de dos décadas, recibió las evaluaciones más altas por parte de sus superiores. Incluso cursó estudios de posgrado en Georgetown y la Universidad George Washington. Nada hacía prever la doble vida que llevaba ni los horrores cometidos tras los muros diplomáticos.
Finalmente, en septiembre de 2024, Brian Jeffrey Raymond fue sentenciado a 30 años de prisión y obligado a pagar una compensación de 10 mil dólares por víctima. Sin embargo, las mujeres afectadas han expresado que ninguna suma económica podrá reparar el daño emocional, psicológico y físico causado. Para muchas de ellas, aún hoy, cada noche es una lucha constante contra la ansiedad y el miedo, y el recuerdo de aquel “hombre encantador” que resultó ser un monstruo con credenciales diplomáticas.