¿Qué causa los relámpagos que surgen de los volcanes?

Un tercio de las erupciones volcánicas están acompañadas por relámpagos debido a la fricción y separación de cargas eléctricas en las nubes de ceniza.

Cuando un volcán entra en erupción, la imagen de una columna de fuego y ceniza suele ir acompañada de un fenómeno que parece salido de una película: relámpagos que surgen desde el mismo cráter o sus alrededores. Este espectáculo natural, que se observó recientemente durante la erupción del Volcán de Fuego en Guatemala, ha llamado la atención de usuarios en redes sociales y habitantes cercanos, generando curiosidad sobre cómo y por qué se combinan ambos eventos.

Aunque no todas las erupciones van acompañadas de rayos, los estudios científicos indican que aproximadamente un tercio de ellas sí lo están. La explicación radica en los principios de la electricidad estática y la dinámica de los materiales expulsados.

Según expertos de la Universidad de Hilo, Hawái, cuando el volcán entra en actividad, lanza a la atmósfera millones de partículas conocidas como piroclastos o tefra, los cuales incluyen fragmentos de roca volcánica, ceniza y gases. Estos elementos colisionan a gran velocidad dentro de la nube eruptiva, generando una intensa fricción. Esta fricción provoca una separación de cargas eléctricas: algunas partículas quedan cargadas positivamente y otras negativamente.

Al igual que en una tormenta eléctrica tradicional, esta separación de cargas crea un desequilibrio en la atmósfera que eventualmente se descarga en forma de relámpagos. Además, si la erupción alcanza alturas suficientes, puede incorporar gotas de agua o partículas de hielo a la nube volcánica, facilitando aún más la generación de electricidad estática.

Este tipo de rayos volcánicos, también conocidos como «relámpagos sucios», ocurren por la interacción caótica entre ceniza, vapor de agua y materiales cargados eléctricamente. Su comportamiento es similar al de una tormenta, pero la fuente energética es puramente volcánica.

La energía estática, en este contexto, es clave. Se produce cuando dos cuerpos (en este caso, partículas de ceniza o hielo) se frotan o chocan, intercambiando electrones. Este mismo principio es el que puede experimentarse al frotar un globo sobre un suéter, aunque en el caso de una erupción, el resultado es mucho más espectacular y potencialmente peligroso.

Así, los rayos durante una erupción no son una coincidencia ni un efecto visual aleatorio, sino una consecuencia directa de la física y la electricidad atmosférica activada por la violencia del volcán.

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