Robots e inteligencia artificial: el nuevo músculo de China en la manufactura global

China impulsa su dominio manufacturero global con robots industriales e inteligencia artificial, enfrentando aranceles y desafíos demográficos.

China

La nueva estrategia de China en su competencia global no se encuentra en una sala de negociaciones, sino en el interior de sus fábricas: un ejército de robots industriales alimentados por inteligencia artificial. Esta transformación silenciosa está remodelando profundamente la manufactura del país, permitiéndole reducir costos, mejorar la calidad de sus productos y mantener precios competitivos frente a crecientes barreras comerciales internacionales.

Impulsadas por una ambiciosa política estatal y respaldadas por miles de millones de dólares en inversión pública y privada, las fábricas chinas están acelerando su automatización. Ingenieros, electricistas y técnicos de robótica reemplazan cada vez más a los trabajadores tradicionales en líneas de producción donde máquinas trabajan sin pausa. En este contexto, China ha superado a potencias como Estados Unidos, Alemania o Japón en la densidad de robots industriales, quedando solo por detrás de Corea del Sur y Singapur.

Desde grandes fabricantes de autos eléctricos como Zeekr, hasta pequeños talleres como el de Elon Li en Cantón, el país está adoptando soluciones automatizadas para soldar, ensamblar y revisar productos. Robots con cámaras aprenden tareas humanas y las replican con precisión continua, mientras sistemas de visión por computadora detectan fallos con una rapidez y exactitud que supera al ojo humano.

Aunque la automatización avanza, los trabajadores siguen teniendo un rol importante en áreas que requieren destreza manual o inspección detallada. Sin embargo, incluso estos procesos están siendo gradualmente desplazados por sistemas inteligentes que analizan imágenes y patrones con enorme eficacia.

El auge de la robótica no es casual. Desde la iniciativa “Hecho en China 2025”, el gobierno ha fijado como objetivo estratégico el desarrollo de industrias tecnológicamente avanzadas. Empresas chinas han adquirido fabricantes de robótica extranjeros y han reubicado sus operaciones, consolidando un ecosistema local capaz de abastecer a su propia industria automotriz, y también a la de otros países.

Las autoridades han impulsado incluso iniciativas inusuales, como carreras de robots humanoides, para visibilizar su apuesta por la robótica avanzada. Y este año, el primer ministro Li Qiang anunció un fondo de 137.000 millones de dólares para apoyar tecnologías como la inteligencia artificial, al tiempo que los bancos estatales han otorgado financiamiento masivo a fábricas para su modernización.

Sin embargo, este progreso no está exento de desafíos sociales. El temor al reemplazo laboral es latente. Empleados como Geng Yuanjie, que ve disminuir el contacto humano en su jornada mientras observa carros robotizados, expresan preocupación por el futuro de sus empleos. Las barreras para acceder a formación técnica en programación o robótica también generan incertidumbre entre los trabajadores.

El trasfondo demográfico refuerza la necesidad de automatizar. China enfrenta una drástica caída en la natalidad y un envejecimiento acelerado de su población. A medida que más jóvenes optan por estudios universitarios, hay menos dispuestos a aceptar trabajos de fábrica. Según expertos, el “dividendo demográfico” del país ha terminado, y la única alternativa viable es aumentar la productividad a través de la tecnología.

En este contexto, la apuesta de China por la automatización no solo responde a una lógica económica, sino también a una necesidad estructural. La robótica, en manos chinas, ya no es solo una herramienta; se ha convertido en una estrategia nacional que podría definir el equilibrio económico del siglo XXI.

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