Estados Unidos perdió su última calificación perfecta con Moody’s, que bajó su nota a Aa1 debido al aumento de deuda e intereses por encima de economías similares.

Estados Unidos ya no cuenta con una calificación crediticia perfecta. La agencia Moody’s, una de las tres evaluadoras más influyentes del mundo, anunció este viernes que ha reducido la nota del país de “AAA” a “Aa1”, marcando así la pérdida de la última calificación ideal que le quedaba a la nación norteamericana.
Esta decisión se sustenta en una tendencia persistente de deterioro fiscal. Moody’s argumentó que los índices de deuda pública y los pagos de intereses han venido creciendo sostenidamente durante más de una década, superando con creces los niveles manejados por otros países con calificaciones similares. Este panorama fiscal, indican, debilita la capacidad de Estados Unidos para responder de manera efectiva ante futuros choques económicos.
Con esta baja, se completa el ciclo de recortes que inició en 2011, cuando la agencia S&P rebajó la calificación perfecta por primera vez durante la administración de Barack Obama, pasando de “AAA” a “AA+”. Posteriormente, en 2023, Fitch Ratings hizo lo mismo en el gobierno de Joe Biden. Ahora, en 2025, ha sido Moody’s la que ha cerrado este capítulo con su ajuste a la baja.
A pesar de seguir siendo la mayor economía del planeta y de conservar una sólida influencia militar y financiera global, Estados Unidos atraviesa por una situación fiscal delicada. El déficit actual se estima en 1.05 billones de dólares, cifra que supera considerablemente los 855 mil millones registrados en el año fiscal anterior. Esta creciente brecha ha debilitado la confianza de los mercados, sumada a la reciente caída del valor del dólar en el ámbito internacional.
Políticamente, esta degradación representa un duro golpe. El hecho de que tres agencias distintas hayan retirado la calificación perfecta a lo largo de diferentes administraciones (Obama, Trump y Biden) refuerza la percepción de que la potencia estadounidense, aunque aún dominante, enfrenta una etapa de declive estructural en lo financiero y lo geopolítico. Aunque conserva su fortaleza militar, los problemas fiscales y la polarización interna empiezan a cobrar factura en el terreno económico global.