Tres trucos mentales para salir a correr sin sufrir

Cuando tu mente odia correr tanto como tu cuerpo, aprender a engañarte a ti mismo puede ser la clave para mantenerte activo y saludable.

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Correr es uno de los ejercicios más accesibles y eficaces que existen, pero también puede ser una tortura mental para quienes nunca han logrado disfrutarlo. Para algunos, el simple hecho de pensar en una carrera matutina ya basta para desanimar por completo la semana. Tal es el caso de quien, desde pequeño, temía las pruebas de resistencia en la escuela, y que incluso en la universidad no lograba seguir el ritmo del equipo deportivo. Sin embargo, con el paso del tiempo y ante la necesidad de mantener el cuerpo activo, especialmente en la mediana edad, llegó el momento de hacer las paces con esta odiada actividad.

No tener acceso a piscinas o gimnasios equipados, o simplemente aburrirse con otros métodos, convierte al running en la opción más práctica. A pesar de los dolores de rodilla, las zancadas torpes y la incomodidad general, los beneficios físicos y mentales después de 20 minutos de carrera son innegables. Por eso, desarrollar una estrategia que permita tolerar —y a veces hasta disfrutar— correr, puede marcar la diferencia entre el abandono y la constancia.

El primer paso es reprogramar el cerebro. El truco del “paquete de recompensas” consiste en vincular la carrera con una gratificación específica. En este caso, el autor solo se permite escuchar su pódcast favorito mientras corre, convirtiendo ese momento desagradable en una oportunidad para compartir tiempo con sus “amigos imaginarios” de la radio. Así, poco a poco, la mente empieza a relacionar la carrera con una experiencia placentera, en lugar de un castigo físico. Psicólogos y expertos en condicionamiento clásico respaldan esta técnica: asociar estímulos positivos, como música o aromas, puede desencadenar una respuesta automática que favorece el hábito.

El segundo truco es redefinir lo que significa correr. En vez de pensar que caminar durante la carrera es un fracaso, se puede incorporar como parte del plan. Según especialistas, incluso los maratonistas más experimentados incluyen pausas estructuradas que les permiten recuperar energía y mejorar su rendimiento. Planificar descansos cronometrados o caminar durante tramos exigentes puede reducir el agotamiento y aumentar las probabilidades de mantener la rutina a largo plazo.

Y cuando ni la música ni la planificación son suficientes, el tercer truco es tener un cómplice peludo. Un perro lleno de energía puede ser el mejor aliado para salir a correr sin excusas. El compromiso con su bienestar físico y emocional genera una obligación que trasciende la pereza. Algunas investigaciones sugieren que los dueños de perros tienden a vivir más tiempo, en parte gracias a que estas mascotas promueven estilos de vida activos. Claro, hay que elegir bien: mejor una raza activa pero equilibrada, que no deje al dueño extenuado tras cada salida.

Aunque correr probablemente nunca deje de ser incómodo o desagradable para algunos, adoptar estrategias de engaño mental, flexibilidad en el enfoque y apoyo canino puede convertirlo en una práctica tolerable —e incluso satisfactoria— con el tiempo. Y, en esos raros momentos en que todo se alinea, uno puede llegar a agradecer haber hecho el esfuerzo de amarrarse las zapatillas.

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