La industria textil china en crisis por aranceles de EE. UU.

Los aranceles estadounidenses ahogan a la industria textil de China, obligando a fábricas a buscar mercados alternativos o relocalizar su producción.

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En la ciudad de Cantón, epicentro de la industria textil china, los fabricantes de ropa atraviesan una encrucijada que amenaza con redefinir su modelo de negocio. Liu Miao, dueño de una pequeña fábrica que vendía ropa mayorista a través de Amazon en Estados Unidos, es uno de los muchos afectados por la terminación de una laguna fiscal que exentaba de impuestos los paquetes menores a 800 dólares. Este cambio, impulsado por la política comercial estadounidense, ha reducido drásticamente sus márgenes de ganancia. Antes obtenía aproximadamente un dólar por prenda; ahora, apenas 50 centavos, insuficientes para mantener su operación sin sacrificar los salarios de sus trabajadores.

La dinámica que permitió el crecimiento explosivo de plataformas como Amazon, Shein y Temu, facilitando la exportación directa desde fábricas chinas a consumidores estadounidenses, se ha visto alterada por los nuevos aranceles. Esto ha empujado a muchas pequeñas fábricas a considerar su reubicación a regiones más baratas dentro de China, como Hubei o Jiangxi, e incluso a países como Vietnam, aunque allí también se han endurecido las tarifas comerciales.

El caso de Zhang Chen, quien cerró sus seis tiendas de ropa en Hubei al no recuperarse el consumo tras la pandemia, es otro ejemplo de cómo la caída del gasto interno chino, exacerbada por la crisis inmobiliaria, ha hecho aún más difícil la supervivencia del sector. Muchos de los empresarios entrevistados admiten que han suspendido líneas de producción, reducido personal o presenciado el cierre de fábricas vecinas. Mientras tanto, plataformas como Shein han comenzado a ofrecer incentivos para facilitar la migración de operaciones a otros territorios, aunque los obstáculos logísticos y nuevos aranceles complican esas alternativas.

En medio de esta transformación, incluso los productos más simples, como calcetines de peluche para pijamadas, comienzan a desaparecer del flujo constante de exportaciones chinas. Han Junxiu, un vendedor de este tipo de productos, duda que Estados Unidos pueda mantener los nuevos impuestos sobre los millones de paquetes que entran a diario. Aun así, el clima de incertidumbre domina el ánimo de los industriales.

Mientras el gobierno chino insta a las plataformas nacionales a enfocarse en el consumo interno, la realidad es que los compradores chinos se muestran cautos. La desaceleración económica, sumada a la presión externa, deja a las fábricas chinas sin la vitalidad que alguna vez definió su éxito global. La industria textil, aunque no forma parte de los sectores de alta tecnología estratégicos para China, emplea a millones de personas. Su posible contracción podría tener repercusiones sociales y económicas profundas.

Para muchos como Liu Bin, que cerró su fábrica de ropa tras perder volumen de pedidos de Shein, el futuro es incierto. Algunos buscan nuevos canales de venta en TikTok o Temu, pero el declive de la demanda es generalizado. Sin soluciones a corto plazo y con mercados cerrándose, los fabricantes chinos observan con inquietud cómo se esfuman las oportunidades que antes parecían infinitas.

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