En momentos difíciles, el apoyo a un amigo debe ser empático y útil: evita llamadas y preguntas vagas, opta por gestos específicos, mensajes breves y presencia sincera.

Cuando una persona cercana enfrenta una situación dolorosa, como una enfermedad o una pérdida, es natural querer estar presente y ofrecer apoyo. Sin embargo, lo que se considera un gesto bienintencionado puede, en realidad, convertirse en una carga emocional o física para quien atraviesa un momento difícil. Una experiencia reciente con la enfermedad de un padre mostró que, incluso con las mejores intenciones, no siempre se acierta al ofrecer ayuda.
Un ejemplo claro de esto es la frecuencia con la que suena el teléfono. Durante las etapas más sensibles de una crisis, las llamadas —aunque sean por afecto— pueden resultar molestas, interrumpir el descanso e incluso aumentar el estrés. Aunque las llamadas pueden tener su lugar más adelante, lo recomendable es posponerlas y optar por métodos de contacto menos intrusivos, como los mensajes de texto.
Ahora bien, incluso los mensajes de texto deben enviarse con cuidado. Aquellos que contienen preguntas como “¿Cómo estás?” o “¿Qué necesitas?” generan una obligación de responder, lo cual puede ser abrumador para alguien que apenas tiene energía para sobrellevar el día. En lugar de ello, lo más considerado es enviar un mensaje breve con un pensamiento positivo, una anécdota, un enlace útil o un simple “Estoy pensando en ti. No es necesario que respondas”.
Una de las lecciones más valiosas de este tipo de experiencias es que preguntar qué se necesita no es tan útil como parece. En medio del dolor, la mente rara vez puede identificar o pedir lo que realmente necesita. Por ello, una mejor alternativa es ofrecer ayuda concreta: pasear al perro, preparar una comida para días posteriores (cuando ya nadie más lo hace), hacer las compras o llevar a los niños a la escuela. Proponer una acción clara evita que la persona deba pensar y decidir, y demuestra que el ofrecimiento es genuino.
Otra forma significativa de acompañar es enviar cartas físicas o pequeños obsequios, como flores, frutas o incluso dulces. Recibir algo por correo puede representar un rayo de luz en días grises, tanto para el enfermo como para quienes lo cuidan. Asimismo, las redes sociales pueden cumplir un papel positivo. Compartir historias, anécdotas o recuerdos puede reconfortar y honrar la memoria de alguien querido, generando un lazo más cercano y humano.
También es esencial comprender que no todas las personas desean el mismo tipo de apoyo. Lo que para algunos es reconfortante, para otros puede ser molesto o indiferente. Por eso, el mejor consejo es permitir que quien sufre marque el ritmo y la forma en que desea ser acompañado.
En definitiva, más allá de grandes palabras o gestos elaborados, lo que realmente hace la diferencia son los actos sencillos, constantes y empáticos. Enviar un texto sin esperar respuesta, dejar una comida casera en la puerta o escribir una tarjeta con una historia graciosa puede ser lo que más alivio traiga en medio de la tormenta. Porque a veces, ayudar no se trata de hacer mucho, sino de hacer lo justo con el corazón en la mano.