5 obras de arte que debes ver en Ciudad de México, según un experto

Ciudad de México alberga tesoros artísticos únicos: del muralismo al arte ambiental, sus obras imprescindibles retratan siglos de creatividad y evolución cultural.

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Ciudad de México no solo es una de las metrópolis más grandes del mundo, sino también una auténtica enciclopedia visual del arte y la arquitectura. Al recorrer sus museos, calles y universidades, es posible encontrarse con obras que abarcan desde lo prehispánico hasta lo más vanguardista. Este mosaico artístico convierte a la ciudad en un destino ineludible para los amantes del arte. A continuación, cinco obras destacadas que todo visitante —o residente curioso— debería descubrir.

Uno de los sitios más imponentes es el Museo Anahuacalli, fundado por Diego Rivera en Coyoacán. Este edificio, construido con piedra volcánica, parece surgir del paisaje como una fortaleza ancestral. Aunque originalmente concebido como un santuario para artefactos mesoamericanos, el museo ofrece una experiencia que va más allá de la historia: es un ejercicio arquitectónico y simbólico lleno de contrastes. La reciente ampliación del museo, diseñada por Mauricio Rocha, le ha dado nueva vida y sentido, creando una fusión armoniosa entre lo antiguo y lo contemporáneo. Los nuevos pabellones de basalto alojan ahora más de 60,000 piezas, mostrando la riqueza de la colección de Rivera en un entorno sereno y luminoso.

En contraste con la oscuridad del Anahuacalli, la Biblioteca Vasconcelos es un templo de luz y conocimiento moderno. Obra del arquitecto Alberto Kalach, este edificio es una oda al pensamiento y la imaginación. Suspendida en su espacio central flota “Mátrix Móvil”, una escultura de Gabriel Orozco que toma la forma real de un esqueleto de ballena recubierto con patrones geométricos. Esta escultura monumental transforma un hall de libros en una meditación sobre la muerte, la ciencia y la memoria. Se trata de una obra que no solo adorna el espacio, sino que le otorga alma, ligando el saber con la naturaleza.

Lejos de los museos tradicionales, en el bullicioso mercado Presidente Abelardo L. Rodríguez del centro histórico, se encuentra un mural poco conocido pero profundamente simbólico. Fue creado por el joven escultor Isamu Noguchi en la década de 1930, tras llegar a México y quedar cautivado por su espíritu revolucionario. El mural, que se extiende a lo largo de tres muros, representa una lucha simbólica entre la ciencia, el trabajo y las fuerzas oscuras del fascismo. Es un testimonio del arte como herramienta cívica y del compromiso de los artistas con su tiempo, una pieza cargada de energía social que mantiene viva la tradición del muralismo mexicano en contextos populares.

Otro rincón imprescindible está en el Museo Nacional de Arte (MUNAL), donde se conserva “Los desposorios de la Virgen” de Sebastián López de Arteaga, una joya del barroco virreinal. Esta pintura, aunque menos famosa que otras obras de la colección, resalta por su dramatismo y sus referencias al claroscuro de Caravaggio. Aquí, la fusión de influencias europeas con una estética local crea una expresión artística mestiza, profundamente mexicana, que aún hoy resuena con fuerza.

Por último, en el sur de la ciudad, el Espacio Escultórico de la UNAM ofrece una experiencia de arte ambiental sin igual. Creado en 1979, este monumento circular formado por prismas de piedra volcánica invita a reflexionar sobre la relación entre arte, naturaleza y cosmos. Rodeado de un paisaje que evoca tanto al México prehispánico como al diseño moderno, este espacio es un santuario de contemplación que demuestra que lo monumental en el arte mexicano no siempre está pintado en muros, sino que también puede esculpirse en el suelo mismo.

Más allá de estas cinco joyas, la ciudad ofrece una gama amplísima de arte escondido en iglesias coloniales, museos especializados, galerías de vanguardia y librerías conceptuales. Desde el Antiguo Colegio de San Ildefonso hasta espacios contemporáneos como Kurimanzutto o la Casa Bosques, cada rincón tiene una historia que contar y una obra que admirar. Ciudad de México es, sin duda, un museo vivo, cambiante y profundamente inspirador.

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