Trump enfrenta presión para decidir entre la guerra o la diplomacia con Irán

Trump enfrenta presión internacional mientras evalúa intervenir en la guerra entre Irán e Israel, arriesgando las negociaciones nucleares y el respaldo político interno.

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El presidente Donald Trump se encuentra en medio de una decisión trascendental que podría redibujar el equilibrio geopolítico en Medio Oriente y tener serias repercusiones a nivel global. El reciente estallido de hostilidades entre Israel e Irán ha llevado a Trump a considerar la posibilidad de intervenir militarmente para apoyar a su aliado israelí en la destrucción de instalaciones nucleares subterráneas iraníes. Específicamente, se analiza la opción de usar la poderosa bomba GBU-57, conocida como Massive Ordnance Penetrator, diseñada para destruir búnkeres profundamente enterrados como el centro de enriquecimiento nuclear de Fordow. Esta bomba solo puede ser lanzada por aviones B-2 estadounidenses, lo que implicaría que EE. UU. se convierta en participante directo del conflicto.

Este posible paso bélico contrasta con las promesas previas del propio Trump, quien ha hecho campaña dos veces con la promesa de mantener a Estados Unidos alejado de guerras prolongadas en Medio Oriente. Funcionarios iraníes ya han advertido que cualquier participación estadounidense en ataques contra sus instalaciones anularía toda posibilidad de reactivar las negociaciones sobre el programa nuclear. Mientras tanto, Trump ha mostrado señales contradictorias: por un lado, ha alentado a sus enviados a iniciar contactos diplomáticos; por el otro, advirtió públicamente en redes sociales que “todos deberían evacuar Teherán”, lo que fue interpretado como una amenaza más que como una apertura diplomática.

La urgencia de la situación llevó a Trump a abandonar antes de tiempo la cumbre del G-7, alegando que tomaría decisiones inmediatas al respecto. Sin embargo, no especificó qué medidas adoptaría. Algunos funcionarios señalan que el ministro de Exteriores iraní, Abbas Araghchi, estaría dispuesto a negociar, pero subraya que las acciones concretas de Washington determinarán el rumbo del conflicto. A pesar de las palabras, si Irán se niega a ceder a la exigencia de Trump de cesar completamente el enriquecimiento de uranio, la opción militar sigue sobre la mesa.

El objetivo de destruir Fordow es clave, no solo para Israel, sino también para Estados Unidos, que lleva años desarrollando y ensayando operaciones para eliminar instalaciones nucleares profundas. Los expertos afirman que no bastaría con un solo ataque, sino que sería necesaria una serie de bombardeos altamente precisos realizados exclusivamente por fuerzas estadounidenses.

Las primeras ofensivas israelíes comenzaron el pasado viernes, tras alegar que Irán estaba al borde de convertir su arsenal nuclear en armas listas para su uso. Aunque la inteligencia estadounidense confirma avances técnicos por parte de Irán, no ha registrado pasos definitivos hacia la fabricación de un arma nuclear. Aun así, si Fordow sobrevive, Irán conservaría capacidad tecnológica para retomar su programa en el futuro, aunque deba reconstruir infraestructuras.

Existe la opción de sabotear el suministro eléctrico de Fordow, como ocurrió recientemente en Natanz, lo que podría dañar las centrifugadoras. Sin embargo, estos métodos no garantizan resultados definitivos. Mientras tanto, en Estados Unidos, el debate político se intensifica. Israel ha presionado durante años para acceder a la bomba “antibúnker”, pero Washington se ha negado. Hoy, el primer ministro israelí, Netanyahu, insiste en que el “trabajo debe hacerse”, señalando indirectamente que solo Estados Unidos puede cumplirlo.

Dentro del Partido Republicano, la división es profunda. Figuras como el senador Lindsey Graham apoyan una intervención total si fracasa la diplomacia, incluso con la participación militar directa de Estados Unidos. En cambio, la corriente más aislacionista del partido, representada por voces como la de Tucker Carlson, argumenta que Washington no debería involucrarse en otra guerra en Medio Oriente, sugiriendo que Israel debe actuar sin apoyo estadounidense.

El Pentágono, por su parte, también está dividido. Algunos altos cargos consideran que cualquier recurso militar que se desvíe a Medio Oriente debilita la posición estratégica de Estados Unidos frente a China en el Pacífico. Por ahora, Trump mantiene una ambigua postura entre la amenaza militar y la posibilidad diplomática. Pero si esta estrategia de presión fracasa, deberá tomar una decisión definitiva: mantenerse al margen o convertir este conflicto en una guerra también estadounidense.

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