Un reciente estudio ha analizado si los alimentos ultraprocesados provocan reacciones en el cerebro similares a las drogas. Aunque los resultados son diversos, los expertos siguen debatiendo su potencial adictivo.

La relación entre los alimentos ultraprocesados y el consumo excesivo ha sido objeto de investigación en los últimos años. Diversos estudios han señalado que estos productos, generalmente ricos en grasas y azúcares, están asociados con el aumento de peso y la obesidad. Sin embargo, la razón detrás de esta tendencia no es completamente clara.
En una comparecencia ante el Senado en diciembre, el excomisionado de la Administración de Alimentos y Medicamentos, Robert Califf, sugirió que los alimentos ultraprocesados podrían ser adictivos, ya que actuarían sobre las mismas vías cerebrales que sustancias como los opiáceos. Hace menos de una década, esta idea era ampliamente rechazada por la comunidad científica. No obstante, en la actualidad ha ganado más aceptación entre los investigadores, aunque persisten dudas sobre cómo demostrarlo.
Uno de los principales enfoques en el estudio de la adicción es el papel de la dopamina, un neurotransmisor clave en el sistema de recompensa del cerebro. Las drogas adictivas generan aumentos intensos de dopamina, reforzando el deseo de consumo. Algunos científicos han propuesto que los alimentos ultraprocesados podrían producir una respuesta similar, incentivando el consumo repetitivo.
Para analizar esta hipótesis, un grupo de investigadores de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) realizó el estudio más grande en su tipo hasta la fecha. Los científicos midieron la actividad cerebral de los participantes tras ingerir un batido ultraprocesado alto en grasas. Los resultados fueron variados: mientras que más de la mitad de los participantes experimentó un leve aumento en los niveles de dopamina, el resto mostró una disminución o ningún cambio. En promedio, los investigadores no encontraron diferencias estadísticas significativas en la respuesta dopaminérgica antes y después del consumo.
Estos hallazgos parecen ir en contra de la teoría de que los alimentos ultraprocesados provocan aumentos en la dopamina similares a los de las drogas. Sin embargo, los autores del estudio advirtieron sobre una posible limitación: las mediciones se realizaron con escáneres PET, una tecnología que puede no detectar pequeños cambios en los niveles de dopamina. Algunas sustancias, como la nicotina o los opiáceos, generan respuestas dopaminérgicas menos intensas y más difíciles de identificar con esta metodología.
A pesar de ello, un dato llamó la atención de los investigadores: los participantes que experimentaron un aumento de dopamina calificaron el batido como más placentero y expresaron un mayor deseo de consumirlo nuevamente. Días después, en un almuerzo experimental, estos mismos individuos comieron casi el doble de galletas que el resto de los participantes.
Este patrón es similar al observado en estudios sobre sustancias adictivas, donde las personas que presentan respuestas dopaminérgicas más marcadas tienden a desarrollar una mayor inclinación hacia el consumo repetido. Aunque estos resultados no confirman que los alimentos ultraprocesados sean adictivos en términos clínicos, sugieren que pueden generar respuestas cerebrales diferenciadas en algunas personas, lo que podría explicar su consumo excesivo.
El debate sobre la adicción a los alimentos ultraprocesados también está influenciado por el significado del término “adictivo”. Algunos expertos argumentan que es natural que los humanos se sientan atraídos por alimentos ricos en calorías, ya que este mecanismo ha sido clave para la supervivencia de la especie. Sin embargo, en un entorno moderno donde estos productos están ampliamente disponibles y comercializados, este mismo mecanismo puede volverse problemático.
Otros investigadores sostienen que los alimentos ultraprocesados sí cumplen con los criterios de adicción, ya que estimulan el sistema de recompensa del cerebro de forma amplificada, con sabores diseñados para maximizar el placer y una combinación de ingredientes que favorece el consumo repetido.
Si bien las mediciones cerebrales pueden aportar información valiosa, los expertos enfatizan que la evidencia conductual también es crucial. A lo largo de la historia, sustancias como la nicotina fueron reconocidas como adictivas no solo por sus efectos en el cerebro, sino porque las personas que las consumían experimentaban dificultades para dejarlas, incluso conociendo sus riesgos para la salud.
En un análisis de 2021, investigadores evaluaron a 19,000 personas utilizando criterios de adicción a la comida y encontraron que el 14% cumplía con los requisitos para ser considerado adicto a estos productos. Esto sugiere que, aunque el debate científico continúa, muchas personas experimentan una sensación de pérdida de control con respecto al consumo de alimentos ultraprocesados.
El estudio de los NIH ha abierto nuevas preguntas sobre la relación entre estos alimentos y el cerebro, pero la discusión sigue en marcha. Mientras algunos investigadores consideran que el término «adictivo» podría ser inapropiado, otros afirman que estos productos sí generan dependencia en ciertos individuos. Lo que queda claro es que el fenómeno es más complejo de lo que se creía inicialmente, y futuros estudios serán clave para entenderlo mejor.