Encerrado 20 años por su madrastra: el incendio que lo liberó

Un hombre fue hallado en Waterbury tras un incendio. Llevaba 20 años cautivo, desde que su madrastra lo encerró cuando tenía 12.

madrastra

El 17 de febrero, un incendio en una casa de la calle Blake en Waterbury, Connecticut, desató una de las historias más escalofriantes de abuso y encierro en la memoria reciente. Durante la operación de rescate, un bombero halló a un hombre desplomado en la cocina. Lo levantó y corrió hacia la ambulancia, sintiendo que casi no llevaba peso. Tenía 32 años, pero apenas pesaba algo más de 30 kilos. Fue entonces cuando el hombre rompió su silencio: llevaba dos décadas encerrado por su padre y su madrastra, desde que tenía solo 12 años.

Durante el trayecto al hospital, el hombre explicó que rara vez salía de una recámara de dos por tres metros. Solo lo dejaban salir unos minutos al día, y pasaba el resto del tiempo encerrado, obligado a hacer sus necesidades en periódicos y orinar por la ventana. A veces comía un sándwich, y nunca vio a un médico ni a un dentista. Sus dientes estaban tan deteriorados que se rompían al masticar. El incendio, reveló, lo había provocado él mismo con un mechero que encontró en una chaqueta vieja. Lo hizo porque pensó que era su única forma de escapar con vida… o de morir intentando ser libre.

La declaración del hombre sacudió a las autoridades locales. Según la policía, sus relatos coincidían con lo que encontraron en la casa: una puerta cerrada desde afuera, reforzada con madera contrachapada, diseñada para mantenerlo adentro. La comunidad, impactada, ahora se enfrenta a la realidad de un sistema que falló en protegerlo. Durante años, vecinos, maestros y autoridades escolares reportaron señales de negligencia, pero nunca se actuó con contundencia. Incluso después de que fue retirado de la escuela bajo el pretexto de recibir educación en casa, nadie pudo comprobar su bienestar.

El padre del joven murió en 2024. Su madrastra, Kimberly Sullivan, enfrenta cargos por secuestro, agresión, crueldad y más. Si es hallada culpable, podría pasar el resto de su vida en prisión. Sin embargo, su defensa asegura que ella no fue responsable de las decisiones en el hogar. Mientras tanto, los vecinos se sorprenden al saber que existía un tercer hijo en la casa. Nunca lo vieron, pues solo salía ocasionalmente para sacar al perro o limpiar. El resto del tiempo miraba por la ventana, contaba autos y escuchaba transmisiones deportivas para mantener el sentido del tiempo.

El hombre había intentado escapar una vez, a los 12 o 13 años, rompiendo la puerta para buscar comida. La reacción fue reforzar su encierro. Los años siguientes fueron de soledad y silencio. Su única educación vino de leer los pocos libros que tenía y consultar un diccionario. Según la policía, fue un joven brillante que “se educó a sí mismo”.

Su liberación ocurrió gracias a su propia determinación. Usó desinfectante inflamable y un mechero para iniciar un incendio, sabiendo que las llamas atraerían ayuda. No se levantó cuando su madrastra abrió la puerta, y esperó a que los bomberos lo sacaran. Uno de ellos, Gabriel Goja, lo recuerda como un acto heroico: confiar en extraños para salir de un infierno de dos décadas.

Desde entonces, el hombre está en un centro de rehabilitación. Necesita tratamiento físico y psicológico intensivo. Tiene las rodillas deformadas, el cuerpo atrofiado y un alto riesgo de síndrome de realimentación. Gracias a una campaña de GoFundMe, ha recibido más de 200 mil dólares en donaciones para su recuperación.

Su madre biológica, quien cedió la custodia hace décadas pensando que su hijo estaría mejor con su padre, ahora intenta acercarse a él. Lo vio por primera vez desde niño en las imágenes del rescate. Hoy asiste a las audiencias judiciales de Sullivan, y aunque el reencuentro no ha ocurrido, dice sentirse orgullosa de su hijo por haber sobrevivido.

La historia deja a Waterbury con muchas preguntas. Las autoridades, las escuelas y los vecinos se preguntan cómo pudo haberse mantenido este horror oculto durante tanto tiempo. Las señales estaban ahí. Las advertencias también. Pero el silencio, la desidia y las omisiones lo mantuvieron invisible. Hoy, finalmente, el hombre que pasó media vida en cautiverio comienza su camino hacia la libertad, la dignidad y la justicia.

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