El masaje muscular, una práctica común tras entrenar, puede no tener grandes beneficios físicos, pero sí mejora el bienestar y reduce el estrés.

Recibir un masaje después de una intensa sesión de ejercicio suele percibirse como una recompensa. No solo proporciona una sensación inmediata de alivio, sino que también se ha popularizado como parte del proceso de recuperación entre atletas profesionales y aficionados. Lejos de ser un lujo exclusivo de spas sofisticados, los masajes se han integrado a la rutina deportiva en carreras, gimnasios de alto nivel e incluso en equipos de élite que cuentan con masajistas como parte esencial de su staff.
Este creciente interés se refleja en la expansión del mercado de herramientas de masaje, como las pistolas terapéuticas, cuyo valor supera los 500 millones de dólares. Sin embargo, más allá del placer que proporcionan, queda la pregunta: ¿el masaje realmente beneficia al cuerpo después del entrenamiento?
Shona Halson, experta en ciencias del ejercicio, señala que los atletas valoran los masajes sobre todo por la percepción positiva que les generan. Aunque es indudable que alivian a corto plazo e incluso pueden mejorar la flexibilidad, la evidencia científica sobre sus beneficios fisiológicos reales es escasa. A pesar de la creencia generalizada, el masaje no elimina el ácido láctico, pues este no es responsable del dolor muscular, y el cuerpo lo elimina naturalmente sin necesidad de intervenciones externas. Asimismo, quienes hacen ejercicio regularmente ya gozan de una buena circulación, por lo que este beneficio también es cuestionable.
Los estudios que han abordado este tema no arrojan resultados contundentes. Un metaanálisis de 2020, basado en casi una treintena de investigaciones, concluyó que los masajes no mejoran significativamente la fatiga ni el rendimiento físico, aunque sí se registraron mejoras leves en la percepción del dolor muscular y la flexibilidad.
No obstante, existen cambios en la textura del músculo tras un masaje, y aunque estos no son fácilmente cuantificables, podrían estar relacionados con la reducción de la tensión. Pero el beneficio más notable parece ser psicológico. Investigaciones con corredores han demostrado que tanto los masajes tradicionales como las botas de compresión logran un alivio temporal del dolor, lo cual puede estar vinculado con mecanismos neurológicos y la interacción entre áreas cerebrales relacionadas con el dolor y el tacto.
Más allá de la evidencia médica, muchos atletas consideran que el masaje representa un espacio de introspección y relajación, ayudando a reducir el estrés acumulado, algo que indiscutiblemente influye en la recuperación general del cuerpo. Así lo plantea Halson, quien afirma que liberar la tensión mental también favorece el rendimiento físico.
En resumen, aunque los masajes no son una cura milagrosa, siguen siendo una estrategia válida dentro de la recuperación postentrenamiento. Como señala Tim Roberts, de Therabody, estas prácticas complementan los procesos naturales del cuerpo sin pretender sustituirlos. Sentirse mejor, aún sin evidencia fisiológica contundente, puede ser razón suficiente para seguir confiando en el poder restaurador del tacto. Porque a veces, en el mundo del deporte, el bienestar emocional también cuenta como una victoria.